jueves, 31 de enero de 2008

PROFECÍA Y CRISIS ECONÓMICA 3

"AMÓS Y LA JUSTICIA SOCIAL"
Amós 2:6-16

El profeta Amós inicia su proclama con la declaración profética clásica: “Así ha dicho Yahvé; Así dice en Señor”. “Se trata de la fórmula 'del mensajero', con el que se abre siempre el discurso del que está encargado de transmitir un mensaje. Se sabe que los profetas se presentan como mensajeros del Señor”.[1] El profeta como apuntábamos habla en nombre de Dios, y reclama por ello, que esa palabra sea escuchada con toda claridad. En los capítulos 1:1-2:5, hay un juicio y denuncia contra diferentes naciones: Siria, Filistea, Tiro, Edom, Amón, Moab y Judá, siete diferentes naciones. En 2:6ss, se dirige a Israel, el reino del norte. El texto sigue la misma estructura de denuncia de los oráculos anteriores, “Por tres pecados de.. y por el cuarto...”, pero ahora el texto sugiere que los pecados de Israel son mayores que los del resto de las naciones. Israel podría pensar que el profeta está ahí para hablar mal de los otros, nada más lejos de la realidad, está ahí para denunciar cualquier clase de injusticia, aunque esta provenga del pueblo mismo de Dios. La denuncia profética tiene que ver ahora fundamentalmente con la justicia social.

En esos once versículos son dos los sujetos de los verbos, tanto Israel como Dios. Los verbos aplicados a Israel son negativos, denuncian las acciones en contra del pueblo de Dios; mientras que los que tienen a Dios por sujeto, son positivos, muestran las acciones del Señor a favor de su pueblo (vv. 9-11). En este contexto, los crímenes de Israel, son mayores que los del resto de las naciones, porque este pueblo cree conocer a Dios, pero lo cierto es que se sirven de Dios para seguir cometiéndolos, sus pecados son los siguientes:
“Venden por dinero al justo (inocente)”:
desprecio por la persona del deudor.
“Venden al pobre por un par de zapatos”:
esclavitud por deudas pequeñas.
“Pisotean a los desvalidos”:
humillación y opresión de quienes no tienen medios para defenderse.
“Tuercen el camino de los humildes”:
falsificación de la auténtica justicia.
“El hijo y el padre tienen relaciones sexuales con la misma mujer”:
abuso del débil.
“Sobre las cosas empeñadas se acuestan”:
falta de misericordia de los empréstitos.
“Beben el vino de las multas”:
uso indebido de los impuestos y de las multas.[2]

Dios hace que ellos se miren a través de la actitud bondadosa de Dios para con ellos. Los beneficios de Dios para con su pueblo, deberían de ser la norma de las relaciones entre ellos. Las malas acciones y las rebeliones de ese pueblo, llevan a Dios, a pensar en su destrucción. Los verbos hebreos tienen que ver con el lenguaje de la pobreza: saddiq, ´ébiôn, ´anaw y nazir;[3] nos hablan del inocente, del que sufre sin que haya un motivo aparente o formal; del pobre, desgraciado o necesitado; de la persona sin defensa, débil, sin voz, que está a merced de los poderosos; del humilde, de aquel que sufre las injusticias de que es víctima.[4] Todas las acusaciones contra Israel caen en el terreno de las injusticias sociales.

Como la causa de Yahvé es la causa de los pobres, este tiene que defenderlos frente a sus expoliadores. La primera acusación (vv.6b, 7) tiene que ver con la corrupción de los tribunales, y especialmente se trata de la venta indiscriminada de los pobres que han contraído deudas impagables y son reducidos a esclavos. Aunque la esclavitud no estaba prohibida en Israel, si lo estaba de los miembros del pueblo de Dios, es decir un israelita no podía ser esclavo (2 R 4:1). Existe una desproporción entre el delito legal y su castigo. No es extraño que actualmente, nuestras cárceles estén llenas de personas que robaron un pan para saciar su hambre, mientras que los delincuentes de cuello blanco, están en la calle disfrutando de sus robos millonarios cometidos contre el erario público. “Torcer el camino de los humildes”, habla de la perversión de los tribunales.

Hay también abusos sexuales, el padre y el hijo cohabitan con la misma mujer, algo expresamente prohibido por la ley mosaica (Ex 21:7-11; Lev 18:1, 20:14). Retienen indebidamente las ropas dadas en prenda (Ex 22:26-27; Dt 24:10-13). La idolatría subraya la práctica de un culto que permite la injusticia social y la prostitución sagrada. Corrompen a los nazareos y a los profetas no escuchan mandándoles que no profeticen o prediquen.

Después de la denuncia de los pecados de Israel, se pasa a la enumeración de las acciones positivas y benéficas de Dios para con su pueblo. Mientras el los trata con bondad como a sus aliados; ellos, especialmente los fuertes y poderosos tratan a los débiles como objetos y mercancías que pueden ser intercambiadas. Los israelitas no han seguido el ejemplo de Dios en sus relaciones. A Dios no se le sirve y honra únicamente en el culto, sino sobre todo, en las relaciones sociales cotidianas. La relación rota con Dios propicia el rompimiento de las relaciones humanas. Sólo una buena relación con Dios posibilita una relación buena entre la humanidad. Pero Dios se portara del mismo modos con los opresores, Dios los aplastará como ellos lo han hecho con los menesterosos, ninguno de ellos escapara, porque el “camino de los malos perecerá” (2:13ss).

Entre los que se han beneficiado del sistema económico injusto se encuentran: los comerciantes (8:4-8), los jueces (5:7,10-12; 6:12), los responsables políticos y militares y, a su cabeza, el rey (6:1-3, 13-14; 7:9), las damas ricas o vacas de Basán (4:1-3), los sacerdotes, como Amasías el de Bethel (7:10-17).[5] Todos ellos son los directamente responsables de un sistema social injusto y sus principales beneficiarios. Se han separado del pacto con Yahvé, y eso ha posibilitado la injusticia social. Separados de la base de la auténtica existencia, de Dios, oprimen a sus propios hermanos, los israelitas pobres. El olvido de Dios conduce a la eliminación del otro. Dios decide que ha llegado la hora de tomar partido: la opción preferencial de Dios, son los pobres. ¿Cuál será nuestra respuesta? Dios defiende a los pobres y menesterosos ¿lo haremos nosotros también?


Si el león ruge, ¿quién no temerá?
Si habla Yahvé el Señor, ¿quién no profetizará?
Amós 3:8

[1] Asurmendi, J. M., Amós y Oseas, 3ª ed., CB 64, Verbo Divino, Navarra, 1993, p. 12.
[2] Storniolo, I. y Martins Balancín, E., Amós: una denuncia de la injusticia social, Ediciones Paulinas, Bogotá, 1993, pp. 22ss.
[3] Asurmendi, J. M., op. cit., p. 13.
[4] Idem.
[5] Ibid., p. 15.

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