jueves, 31 de enero de 2008

PROFECÍA Y CRISIS ECONÓMICA 2

“El irrenunciable llamamiento de Dios: el caso de Amós”
Homilía predicada ante el pleno del H. Presbiterio del Estado de México, en ocasión de mi investidura como licenciado en sagrada teología.
Amos 3:3-8; 7:12-15

¿Quién era Amós? Provenía de una aldea a 10 km al sureste de Belén, cerca del Mar Muerto, en la tribu de Judá, llamada Tecoa. Su profesión era la de un humilde pastor que fue tomado de detrás del ganado (1:1, 7:14).[1] “Puede decirse que Amós era un hombre del campo, hábil e impregnado de la experiencia cotidiana de la vida, que fue llamado de forma irresistible a ponerse en cuerpo y alma al servicio del su Señor (3:3-8)”.[2] A nuestro personaje le toca ejercer su llamamiento profético en Israel, el reino del norte, en el siglo VIII, durante el período del impío rey Jeroboam II (783-743, a. C.). Esto lo coloca como el libro profético más antiguo de todos.

¿Qué pasaba en tiempos de ese rey? Había un desarrollo económico boyante. Bajo el reinado de Jeroboam II, el comercio con otros países enriqueció al Estado, Israel recobró el esplendor de los días de David, y por la fuerza de las armas fueron recuperados varios territorios perdidos. Ese “milagro económico” que propició desarrollo y progreso, llevaba consigo desigualdad entre los diversos estratos sociales. Había injusticias, corrupción del derecho y fraude en el comercio. Ese sistema completamente injusto generó una distribución desigual de la riqueza, los bienes producidos no beneficiaban a todos, el pueblo producía y el producto era acumulado por algunos pocos; como en el actual sistema económico perverso, neoliberal y globalizador.

Queda claro –dicen las iglesias del Sur- que estamos viviendo en una nueva fase del capitalismo que combina todas las formas de poder y afecta todas las dimensiones de la vida. El sistema capitalista de producción cambió a un sistema financiero. También es nuevo en cuanto a su estrategia de dominación de mucho alcance y abarcadora de la totalidad, en el cual el mercado financiero global es un imperio y un dios. El imperio es un imperio financiero global sostenido por poder militar, político e ideológico; y sus fuerzas determinan la supervivencia de los países y los pueblos en la periferia. El imperio del mercado y las fuerzas militares oprimen en todos los niveles: social, político, económico, ecológico y espiritual, creando crisis para todas las personas y todos los países en el mundo.[3]

El actual sistema económico-financiero neoliberal y globalizador es perverso,[4] porque hace más pobres a los pobres, y más ricos a los ricos. Es un imperio y es un dios, un dios que en palabras de Dany-Robert Dufour, filósofo europeo es así:

[...] pero este vacío trascendente de Dios fue reemplazado por la nueva Providencia que mencioné hace rato, que es la Providencia del mercado. Es el mercado el que se presenta como un nuevo dios: potencia, omnipotencia; podría hacer todo, regular todo. Así que estamos ante una especie de nuevo dios. El problema es que este nuevo dios no cumple sus promesas –sus promesas divinas, puedo decirlo así. ¿Por qué? Porque el mercado es una simple red de intercambios, un ámbito donde se puede intercambiar todo, todo lo que es mercantilizable en el mundo; de hecho todo se vuelve susceptible de ello, incluso el derecho a contaminar. Como ustedes lo saben, uno compra el derecho a contaminar, o puede comprar niños, u órganos, o se pueden adquirir derechos sobre lo vivo. Así que en esta red todo es intercambiable.[5]


¿Cuál es entonces, el papel de la profecía en estas circunstancias? En primer lugar, el profeta habla en nombre de Dios, el Dios de la vida, de ahí proviene su autoridad. Nosotros, los pastores, también hablamos en nombre de ese Dios, por eso decimos: “La Biblia dice...”. El v. 3:8, expresa: “Si habla Yahvé, el Señor, ¿quién no profetizará?” El profeta habla impelido por la palabra de Dios, él no escoge lo que debe decir, es Dios quien le dice qué hablar. No tiene elección posible, está impulsado a hablar, a proclamar, a predicar, la Palabra. La profecía, es por ello, anuncio y denuncia. Anuncia mejores caminos, indica la posibilidad de nuevos senderos llenos de vida, trae buenas nuevas; pero también denuncia, proclama contra toda clase de injusticias fundadas en los falsos dioses, en este caso, en oposición a Mamón, el dios del mercado, del dinero, de los ricos opresores.

En segundo lugar, el v. 3:7, dice: “Porque no hará nada Yahvé, el Señor, sin revelar su secreto a sus siervos los profetas”. Dios revela a su profeta, su voluntad soberana. Eso significa que mientras todos ven las meras apariencias de la realidad, el profeta las desenmascara con la palabra de Dios. Revelar, significa “desvelar”, quitar el velo, dejar al descubierto, desenmascarar la apariencia no visible. El profetismo actual debe desenmascarar al sistema económico injusto y denunciarlo con toda la fuerza de la palabra de Dios. El profeta “ve” en los acontecimientos el “sentido” del proyecto de Dios que se está realizando.

El sistema actual no quiere que nos demos cuenta de su perversión, porque no le conviene, sus intereses de mercado no se lo permiten. El sistema quiere hacernos creer que él es el mejor, que no hay posibilidad de existencia o sobrevivencia fuera de él. El profeta como no escoge qué decir, tampoco escoge ser profeta. La mayoría de los que escogieron ser profetas, no pasaron de ser comparsas y aliados de las injusticias, al servicio de sí mismos y de grupos a los cuales no les interesaba lo que Dios quería decir (7:12-15). No es el profeta el que escoge a Yahvé, sino que es Él, el que escoge, llama, capacita y envía. “El profeta se queda sin ningún apoyo oficial; su única fuerza será Dios”.[6] Esto le da libertad al profeta para hablar en nombre de Dios, no tiene que ser lisonjero, porque su compromiso primario es con Dios. Su causa es Yahvé, porque la causa de Yahvé en última instancia es la causa de los pobres.

Hermanos, a la luz de la Palabra de Dios, nosotros debemos también denunciar proféticamente la perversidad de este sistema económico injusto. Debemos desenmascarar la ideología dominante y anunciar la verdad del Evangelio que posibilitará nuevas y mejores relaciones, generando una nueva historia y una nueva sociedad. Por eso la voz que reclame ser profética, siempre y en todos los casos será una voz liberadora, que posibilite “que todos tengan plenitud de vida”. Amén.
Emmanuel Flores-Rojas, 070606.

[1] Aunque algunos piensa que en realidad no era un humilde pastor, sino un ganadero prominente (heb. noqedim). Cfr., Asurmendi, J. M., Amós y Oseas, 3ª ed., CB 64, Verbo Divino, Navarra, 1993, p. 10. El término noqed, no se emplea para designar a un simple pastor, sino a un propietario y criador de rebaños. Amós, pues, gozaba de una buena posición económica antes de ser llamado a ejercer la vocación profética (RVR-95). Aunque esto puede ser cierto, choca sin embargo, con el enfrentamiento entre Amós y el sacerdote Amasías, donde se deja ver un desprecio por la aparente situación social baja o inferior del profeta, y la posición más alta del sacerdote.
[2] Ibid., p. 11.
[3] DECLARACIÓN DE FE SOBRE LA CRISIS GLOBAL DE LA VIDA. Forum Sur/Sur de las Iglesias Miembros de la Alianza Reformada Mundial: Confesión y Alianza por la justicia económica y la vida en la tierra (processus confessionis). 22-26 de abril de 2003, Buenos Aires, Argentina. El subrayado es mío.
[4] La crítica al modelo económico neoliberal, es por demás incisiva en Paulo Freire, porque se han globalizado las inversiones y las ganancias económicas, no así la riqueza. “Contra toda la fuerza del discurso fatalista neoliberal, pragmático y reaccionario, insisto hoy, sin desvíos idealistas, en la necesidad de la conscientización (sic). Insisto en su actualización. [...] El “pasear” goloso de los billones de dólares que, en el mercado financiero, “vuelan” de un lugar a otro con la rapidez de los fax, en su búsqueda insaciable de más lucro, no es tratado como fatalidad. [...] Para mí es una inmoralidad que a los intereses radicalmente humanos se sobrepongan, como se viene haciendo, los intereses del mercado. Continúo alerta a la advertencia de Marx, sobre la necesidad del radicalismo para estar siempre despierto a todo lo que respecta a la defensa de los intereses humanos. Intereses superiores a los de puros grupos o clases de gente. [...] El hambre frente a la abundancia y el desempleo en el mundo son inmoralidades y no fatalidades, como lo pregona el reaccionarismo con aires de quien sufre sin poder hacer nada. Lo que quiero repetir, con fuerza, es que nada justifica la minimización de los seres humanos, en el caso de las mayorías compuestas por minorías que aun no percibieron que juntas serían mayoría. [...] Soy profesor a favor de la lucha constante contra cualquier forma de discriminación, contra la dominación económica de los individuos o de las clases sociales. Soy profesor contra el orden capitalista vigente que inventó esta aberración: la miseria en la abundancia” (Freire, P., Pedagogía de la autonomía, 10ª ed., México, D. F., Siglo XXI, 2005, pp. 54, 56, 96, 97, 99).
[5] La Jornada Semanal, No. 591, 02 de julio de 2006. El subrayado es mío.
[6] Storniolo, I. y Martins Balancín, E., Amós: una denuncia de la injusticia social, Ediciones Paulinas, Bogotá, 1993, pp. 16ss.

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