domingo, 27 de enero de 2008

EN TU MANO ESTÁN MIS TIEMPOS

Salmo 31:5, 14-15; Gálatas 4:4

El salmo 31 es una afirmación de confianza absoluta en Dios, es uno de los Salmos que más me gustan porque ahí David hace dos declaraciones de fe muy importantes para nosotros hoy día. Quiero resaltar estas dos frases en este sermón. En primer lugar, hay que decir que este salmo es uno de los llamados “salmos mesiánicos”, porque contiene la última frase que según el evangelista Lucas, Jesús pronunció desde la Cruz antes de expirar: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23:46). Ésta es la primera declaración de fe que quiero resaltar hoy, Jesús –el hijo de David- la hace desde la cruenta Cruz en la que fue crucificado por nosotros, por ustedes y por mí. Es la última frase de su vida, porque la muerte no es un acontecimiento de la vida; Jesús le dice a Dios, colgado desde ese madero: “Padre, en tus manos abandono mi vida”. Esta declaración de fe y confianza en Dios aparece en el Sal 31:5, “En tu mano encomiendo mi espíritu” –dice ahí- (RVR60). La TLA traslada este versículo así: Tú eres un Dios fiel. ¡Sálvame! ¡Mi vida entera está en tus manos! Amén. Así como la vida entera de Jesús, desde su Nacimiento hasta la Cruz –como veremos a continuación- estuvo en las manos de Dios incluso en la hora más oscura como la de Getsemaní, la nuestra también.

La segunda frase o declaración de fe a resaltar, nos conecta con el título de este sermón y aparece en el salmo 31:14-15: “Mas yo en ti confío, oh Jehová; digo: Tú eres mi Dios. En tu mano están mis tiempos” (RVR60). La NVI traduce “Mi vida entera está en tus manos”; RVR60 dice: “En tu(s) mano(s) están mis tiempos”, esa es la declaración de confianza del gran rey David. ¡Qué profunda confesión de fe en Dios! En nuestros días vivimos gobernados por el tiempo, vivimos en la era de la rapidez informática, la eficiencia se mide ente otras cosas por el ahorro de tiempo en todo. Sin embargo la Biblia nos invita a estar gobernados por Dios y no por el tiempo, porque nuestro tiempo mismo está en la mano de Dios. ¡Dios es Señor también del tiempo! De ahí que en medio de todo el ajetreo de esta vida, debemos preguntarnos seriamente ¿qué es el tiempo según la Biblia? ¿Por qué es tan importante el tiempo? ¿Por qué la Biblia se ocupa del tiempo? ¿Qué estoy haciendo con mi tiempo? Tales han de ser las preguntas que abordaremos hoy sobre el tiempo. Empezaremos diciendo que, según Aristóteles: “el tiempo es aquello en lo que se producen acontecimientos”. Recuerde esta ‘definición’, volveremos sobre ella más adelante.

Ahora, vayamos a Gálatas 4:4, “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley…”[1]. Aunque el apóstol Pablo afirma varias cosas en este pequeño texto, quiero enfocarme sólo en una de ellas, la cuestión del tiempo en el que Jesucristo ‘advino’;[2] según lo cual él llegó en la “plenitud del tiempo”. La palabra “cumplimiento” es la traducción del griego plhvrwma (pleroma) y significa además, plenitud (a menudo se refiere al ser o a la naturaleza de Dios), consumación, realización, totalidad, medida plena. Es decir, Jesús vino en el momento oportuno, en el tiempo señalado, en el plazo establecido por Dios. Jesús no se adelantó ni se atraso en su venida. Su nacimiento fue acertado. De ahí que los creyentes no celebremos en Navidad una fecha específica (cosa que Pablo reprueba en Gal 4:10), sino un acontecimiento histórico sin igual y único: la natividad de Jesús. Cuando el Credo de los Apóstoles dice: “padeció bajo el poder de Poncio Pilato”, no es que lo esté acusando de asesinato, sino que está estableciendo un hecho histórico concreto, acaecido en un tiempo y espacio específicos.

Decíamos que en el calendario litúrgico de las Iglesias cristianas, el ADVIENTO es la primera estación del Reino con la que nos preparamos para la gran celebración de NAVIDAD. Adviento viene del latín adventus, y quiere decir: lo que viene, lo que está por venir. Pues bien, Jesús ya vino ayer, sigue viniendo hoy y todavía tiene que venir mañana. Así, la fe cristiana se vincula con algo que aconteció en el tiempo y en el espacio, la fe cristiana no es a-histórica sino que nutre la historia universal, porque Cristo le da sentido a la historia. Si “el tiempo es aquello en lo que se producen acontecimientos”, entonces en Navidad no celebramos un tiempo pasado sino un acontecimiento siempre actual. En efecto, Gal 4:4, está hablando no sólo del tiempo a secas como si se tratase de una fecha pasada, sino del más grande de todos los acontecimientos: el nacimiento de Jesús el Cristo, el Mesías anunciado y esperado por los profetas del AT. Está recordándonos que Jesús el Hijo Unigénito de Dios, entró al mundo como un hombre, vinculándose en todo a los seres humanos, de ahí que Pablo diga a continuación: “nacido de mujer”.

¿Qué clase de tiempo es este del que está hablando Pablo aquí? Indudablemente es el tiempo de Dios (Mc 1:15; Ef 1:9ss), el tiempo en el que el Padre determinó que el Hijo viniera al mundo, el tiempo del cual Dios es Señor. Por lo tanto, el tiempo humano está en sus manos, nuestra vida está en su mano paternal. Cada uno de nosotros puede decir junto con la Biblia: “En tu mano están mis tiempos”. Todo lo cual nos lleva a la siguiente afirmación, la vida de Jesús estaba en las manos de su Padre, en las manos soberanas de Dios. Desde su nacimiento hasta su muerte, la vida de Jesús estuvo en las manos de su Padre. Por eso, nosotros los creyentes podemos decir hoy, “en tu mano están mis tiempos”. Como hijos de Dios debemos reconocer que nuestra existencia cobra sentido a la luz del Crucificado y Resucitado. Nuestro nacimiento como nuestra muerte está en la mano de Dios. Adviento, nos recuerda, que el tiempo es de Dios, que Él es soberano también del tiempo, que nuestra vida toda le pertenece sólo a Él, y que todo está en su mano paternal, absolutamente todo. Nuestros sueños, nuestros más altos anhelos, nuestras luchas, nuestras preocupaciones, nuestros miedos e incertidumbres; todo ello y más, están en la mano de Dios.

Finalmente, ¿qué nos enseña todo esto? ¿Cuál es la aplicación para nuestras vidas hoy, aquí y ahora? Habremos de decir que la primera venida de Jesucristo, “en la plenitud del tiempo”, tuvo un propósito clarísimo: hacernos hijos de Dios por la fe en Él mismo. Dios nos adoptó en Jesucristo para ser sus amados hijos/as. La TLA dice en Gálatas 4:5ss: “5Dios lo envió [a Jesús] para liberar a todos lo que teníamos que obedecer la ley, y luego nos adoptó como hijos suyos. 6Ahora, como ustedes son sus hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a vivir en ustedes. Por eso, cuando oramos a Dios, el Espíritu nos permite llamarlo: <Papá, querido Papá>. 7Ustedes ya no son como los esclavos de cualquier familia, sino que son hijos de Dios. Y como son sus hijos, gracias a él tienen derecho a sus riquezas”. Amén.

INP “San Pablo”
Pbro. Emmanuel Flores-Rojas
09/12/07

[1] 4o{te de; h\lqen to; plhvrwma tou` crovnou, ejxapevsteilen oJ qeo;" to;n uiJo;n aujtou`, genovmenon ejk gunaikov", genovmenon uJpo; novmon, [Aland, Kurt, et .al., The Greek New Testament, (Deutsche Bibelgesellschaft Stuttgart) 1983].
[2] Recuerde que estamos celebrando adviento, la venida de Jesucristo en tres estadios –su Primera Venida hace 2000 mil años (ayer), a nuestra vida (hoy) y su Segunda Venida (mañana).

No hay comentarios: