martes, 29 de enero de 2008

PUESTOS LOS OJOS EN JESÚS

Rev. Emmanuel Flores-Rojas.

Sermón predicado en ocasión del 125 aniversario de la llegada del Evangelio a
Santa María Tlalmimilólpan, Lerma, Estado de México.
INP “El Divino Salvador”

1 Por cuanto un número tan inmenso de hombres de fe nos contempla desde las graderías, despojémonos de cualquier cosa que nos reste agilidad o nos detenga, especialmente de esos pecados que con tanta facilidad se nos enredan en los pies y nos hacen caer, y corramos con paciencia la carrera en que Dios nos ha permitido competir. 2 Mantengamos fijos los ojos en ese Jesús que, sin importarle lo oprobioso de tal muerte, estuvo dispuesto a morir en la cruz porque sabía el gozo que tendría después; en ese Jesús que ahora ocupa el sitio de honor más alto a la derecha de Dios. 3 Si alguna vez nos sentimos descorazonados o fatigados, pensemos en la paciencia con que Jesús soportó el maltrato de sus perversos verdugos.[1]

Hebreos 12:1-3


Introducción:

Maratón era una ciudad de la antigua Grecia[2], situada en la costa este del Ática, al noreste de Atenas. Se levantaba en una llanura rodeada por montañas, pantanos y mar. La llanura de Maratón es famosa por ser el escenario de una gran batalla entre los atenienses y los persas el 13 de septiembre del año 490 a.C. En la batalla, el ejército persa de Darío I fue derrotado por los atenienses dirigidos por Milcíades. Esta victoria permitió a los griegos regresar rápidamente a Atenas, evitando un ataque marítimo persa sobre la ciudad. También incitó a los griegos a continuar la lucha y derrotar por completo a los persas diez años más tarde.

La actual carrera de maratón, cuya distancia es de 42,195 km, es una competición atlética que conmemora la legendaria proeza de un mensajero que corrió hasta Atenas con la noticia de la victoria.[3]

Contenido:

La vida cristiana amados hermanos, es semejante a una carrera, a un maratón. Una carrera no de rapidez, sino de alto rendimiento, de obstáculos y de perseverancia. El escritor de Hebreos, nos motiva en esta tarde a meditar sobre esa carrera que tenemos por delante. En las pasadas olimpiadas veíamos a los atletas correr en pos de una medalla, cuando llegaban al estadio y pasaban por el túnel, la gente en las gradas no sabía quién llegaba al estadio, y de pronto el atleta salía del túnel y se enfilaba por la pista y después de dar algunas vueltas por fin, llegaba a la anhelada meta. Y entonces, todos sus compatriotas en el estadio poniéndose de pie lo llenaban de vivas; su país entero viéndolo por TV estaba orgulloso de él. El mismísimo presidente de su nación le llamaba para felicitarlo. Y ahí estaba, exhausto, quizá con calambres o dolores musculares, pero había pasado el umbral del triunfo, había llegado a la meta.

1. Corred de tal manera que lo obtengáis (1 Corintios 9:24)[4]
12 1Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, (...)

El autor de Hebreos, nos propone una carrera como símil o metáfora de la vida cristiana. Una carrera donde otros, aparte de nosotros y en otro tiempo, han tenido la oportunidad de correr. Todos los héroes y las heroínas del capítulo precedente (11), son esa gran nube de testigos que nos rodean. Pero ¿por qué son testigos? Porque “la fe queda suficientemente probada por el testimonio de ellos, de modo que no deje lugar a dudas”[5] de que esta carrera vale la pena correrse. Son testigos, no porque sean espectadores, sino “que por su lealtad y perseverancia han dado testimonio de las posibilidades de la vida de fe. No es tanto que ellos nos miren a nosotros sino que nosotros los miramos a ellos, para recibir aliento. Han alcanzado testimonio de la fidelidad de Dios”[6]; así, son testigos de eso.

Así como nos rodean los hombres y mujeres de fe, animándonos a seguir adelante; de ese mismo modo, el pecado nos asedia, como en el caso de Caín, -el pecado está a la puerta, acechando. Con todo, tú lo dominarás- dice Dios (Gn 4:7b). Como el autor de Hebreos nos habla de un maratón, de una carrera atlética, nos demanda que dejemos todo aquello que nos reste agilidad. Juan Calvino dice al respecto:

Nos pide que vayamos ligeramente equipados; (...) [porque] hay diferentes cargas que retrasan y estorban nuestra marcha espiritual, tales como el apego a esta vida presente, los placeres del mundo, los apetitos carnales, los cuidados del mundo, también las riquezas y los honores, y otras cosas semejantes. Quienquiera, pues, que desee participar en la carrera cristiana, debe primero desembarazarse de todos estos impedimentos.[7]


El peso del pecado que nos rodea es la carga más pesada de todas. Cualquier “atleta debe disciplinarse a sí mismo; debe despojarse de todo peso superfluo, no sólo de objetos pesados alrededor del cuerpo sino también de exceso de peso corporal. (...) Cada uno debe aprender por sí mismo cuál es, en su caso un peso o un impedimento. Pero hay otras cosas que no son perfectamente buenas en sí mismas sino esencialmente malas; ellas constituyen el ‘pecado que nos asedia’”.[8]

Hermanos, nada debe distraernos en esta carrera que tenemos por delante, porque fácilmente caeríamos, o seríamos descalificados. Por eso, debemos correr con perseverancia (paciencia), y eso significa, que cuando no tengamos ganas de orar, debemos orar; cuando nuestra pareja nos diga –¿a qué vas a la iglesia, si sigues siendo igual?-, debemos asistir con mayor ahínco; cuando no sintamos necesidad de leer la Biblia, entonces debemos leerla, etc.

2. El que crea estar firme mire que no caiga (1 Corintios 10:12)[9]
12 2 (...) puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. 3 Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.[10]

El modelo por excelencia de la vida cristiana, es el glorioso Señor y Salvador Jesucristo. El atleta cristiano debe tener bien clara la meta hacía la cual avanza. Debe poner los ojos fijos en Jesús, Él es la meta, a Él deben estar dirigidos todos nuestros esfuerzos en la Iglesia, “porque de él, por él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén” (Romanos 11:36). “Los testigos primitivos proporcionan abundante incentivo; pero en Jesús tenemos a aquel que “por excelencia” es el “testigo fiel” (Ap. 1:15)[11] Él es “el autor y consumador de la fe”. (...) Es decir que Jesús es presentado como aquel que ha abierto el sendero de la fe y el mismo que corrió la carrera de la fe hasta su final triunfante”.[12]

Jesucristo es visto por el autor de Hebreos como el que “ha guiado a todo el pueblo de Dios, desde las épocas primitivas, a lo largo del camino de la fe”.[13] Por eso, Jesús podría muy bien ser considerado como aquel que les ha provisto, en cierto grado, del incentivo y coraje que necesitaban al correr su carrera con paciencia, así como ha provisto desde entonces a su pueblo un incentivo y un aliento similares en grado sumo. Jesús no sólo es el pionero de la fe: en él la fe ha alcanzado su perfección.[14]

Jesús hermanos, pago un precio muy alto, al correr el camino de la fe, sin importarle el oprobio y la burla. No le importaron las críticas, porque Él estaba determinado a acabar su carrera con sumo gozo, aunque sufrió la peor de las muertes posibles. Porque:
Morir crucificado era alcanzar las profundidades más terribles de la desgracia; era un castigo reservado para aquellos que eran considerados menos aptos para vivir entre todos los hombres, un castigo para subhombres. (...) Para los esclavos y criminales de baja calaña se la consideraba como un medio adecuado de ejecución y un formidable medio de disuasión para otros. Pero Jesús no consideró esta desgracia algo tan indigno de tomarse en cuenta, cuando la cuestión era su obediencia a la voluntad de Dios. Así que perfeccionó la fe al soportar la cruz, y ahora es suyo el lugar de la exaltación suprema. (...) Así que aquí, “el gozo puesto delante de él” no es algo sólo para él, sino para ser compartido con aquellos por quienes murió como sacrificio y vive como sumo sacerdote.[15]
La promesa de Dios en Jesucristo se vuelve una realidad entonces, al vencedor le concederé que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono (Ap 3:21). “Cristo, por lo tanto, ha llegado a ser el supremo inspirador de fe para su pueblo. Cuando ellos desmayan en el camino y se debilitan en su corazón porque parece no haber final para las pruebas que tienen que soportar, deben considerarlo a él”[16].

Termino con el formidable comentario que Calvino hace sobre el texto bíblico en el que estamos meditando en ocasión del 125 Aniversario de esta amada iglesia:
Ahora bien, la metáfora de una carrera con frecuencia se emplea en las Escrituras; mas aquí no significa cualquier clase de carrera, sino una competencia que exige los más grandes esfuerzos (...) estamos comprometidos en un torneo en una carrera, y precisamente la más famosa de todas, ya que muchos espectadores nos rodean y el Hijo de Dios es el arbitro quien nos invita y exhorta a ganar el premio (...) los santos hombres que hemos mencionado no únicamente son espectadores, sino que son también competidores en la misma carrera, habiéndonos precedido para señalarnos el rumbo; sin embargo, el autor prefirió llamarlos testigos en vez de corredores, a fin de insinuar que no son rivales que tratan de arrebatarnos el premio, sino partidarios nuestros que aplauden y celebran nuestra victoria; y Cristo, además de ser el árbitro, extiende también su mano hacía nosotros, y nos provee de energía y fortaleza, en suma, él nos prepara y entrena para ingresar en la carrera, y mediante su poder nos lleva hasta la meta final.[17]
Verano de 2005.
Referencias:
[1] Texto bíblico tomado de La Biblia al Día © 1979 por la Sociedad Bíblica Internacional. Reservados todos los derechos.
[2] Aunque todavía hoy existe.
[3] Enciclopedia Microsoft® Encarta® 2003. © 1993-2002 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.
[4] 24¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. 25Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. 26Así que yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire; (1 Corintios 9:24ss.)
[5] Calvino, J., Epístola a los Hebreos, Libros Desafío, Grand Rapids, 1998, p. 275.
[6] Bruce, F. F., La Epístola a los Hebreos, Nueva Creación, Grand Rapids, 1998, p. 349.
[7] Calvino, J., op. cit. pp. 275-276. Las negritas son mías.
[8] Bruce, F. F., op. cit., p. 352.
[9] 11Todas estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, que vivimos en estos tiempos finales. 12Así que el que piensa estar firme, mire que no caiga.
[10] Reina-Valera 1995—Edición de Estudio, (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.
[11] 5y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama, nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre.
[12] Bruce, F. F., op. cit., p. 354.
[13] Ibíd., p. 355.
[14] Ibidem.
[15] Ibíd., pp. 355-356.
[16] Ibíd., pp. 357-358.
[17] Calvino, J., op. cit., p. 276.

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