viernes, 1 de febrero de 2008

PROFECÍA Y CRISIS ECONÓMICA 4

EL PODER ECONÓMICO DE LA GRAN BESTIA EN APOCALIPSIS
Zacarías 6:1-8; Apocalipsis 6:5-6

5Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: «¡Ven!».
Miré, y vi un caballo negro. El que lo montaba tenía una balanza en la mano. 6Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: «Dos libras de trigo por un denario y seis libras de cebada por un denario, pero no dañes el aceite ni el vino». (Ap 6:5-6)

Hay un tipo de cristianismo y teología “escapista” que gusta de hacer énfasis vanos en el "futuro celestial" desencarnado de la realidad presente. Esas pseudoteologías basan muchas de sus interpretaciones artificiosas en pobres fundamentos hermenéuticos y exégesis vanas, gustan de malinterpretar libros como Daniel y Apocalipsis, principalmente. Por eso, hoy quiero referirme al tema que veníamos abordando desde hace tiempo, acerca de la “profecía y crisis económica”. Apocalipsis es por supuesto, un libro profético en muchos sentidos. Pero como hemos visto, la profecía no se refiere exclusivamente a cuestiones de índole futura sino sobre todo de realidades presentes. El libro de Apocalipsis hablaba a comunidades de carne y hueso del primer siglo de nuestra era, que sufrían diversas formas de opresión. Una de esas formas de dominación, era la opresión económica de la gran Bestia.

No hemos caído en la cuenta de que muchos versículos bíblicos para ser interpretados correctamente deben hacerse a través de una lectura económica y política. Muchos versículos son “empobrecidos” con interpretaciones que espiritualizan el significado primordial del texto bíblico (como el caso del vino y del aceite de nuestro texto en cuestión). Nuestro desafío es leer la Biblia desde una nueva perspectiva que posibilite leerla a partir de los principales retos que nos plantea la realidad en la que vivimos. En el libro de Apocalipsis encontramos la descripción de la gran Bestia con un poder económico tremendo.[1] El autor de Apocalipsis “tenía una profunda preocupación por la realidad económica del mundo en que vivía. En algunos pasajes, el aspecto económico es la clave para su interpretación”.[2]

El Cordero rompe el tercer sello y aparece en escena el tercer jinete, el cual se mueve dentro del ámbito económico porque la balanza que lleva en una de sus manos, es símbolo del poder económico del Imperio Romano. El caballo negro representa hambre (el color negro en Apocalipsis no designa lo malo o demoníaco como podría pensarse, para designar esas realidades se usa el color rojo). En la Biblia, la balanza simboliza racionamiento y hambre, utilizar una balanza para medir los granos significa que hay una profunda escasez; por eso, se vende por kilo y no por bulto (Lv 26:26; Ez 4:16) ¡Tal como sucede hoy en México! El trigo era el alimento básico de los pobres y la cebada de los muy pobres; como lo son para nosotros, el maíz, el fríjol y el chile. ¡Sin maíz no hay país! ¡Y sin frijol menos!
Lo más grave es que estos alimentos básicos no alcanzan para mantener con vida a nadie. Los precios del trigo y la cebada son desmesurados: “un kilo de trigo, o tres kilos de cebada por el salario de un día”. Imaginémonos esta terrible situación: un hombre promedio, en aquellos días necesitaba consumir por lo menos un kilo de trigo para suplir su necesidad de alimento. Pues bien, por el salario de toda una jornada de trabajo (un denario), un trabajador no podría conseguir sino sólo el alimento necesario para sí mimo, no alcanzaba para el resto de los miembros de la familia. Piense si el salario que usted obtiene de un día, sólo le alcanzare para medio alimentarse usted, ¿el resto de su familia no comerá? ¿Qué de su esposa y de sus hijos? Juan de Patmos está preocupado por el alimento básico de los menos favorecidos y de la gente en extrema pobreza, así como por el comercio internacional injusto de sus días. ¿Qué tan preocupados estamos nosotros por la pobreza que ha generado el TLCAN en nuestro empobrecido país?

Los precios del trigo y de la cebada son de atraco. Esos precios habían aumentado por lo menos diez veces, provocando una seria hambruna. En la actualidad, cada 3.6 segundos, alguien muere en el mundo a causa del hambre. Lo que significa que cada minuto mueren aproximadamente 17 personas por falta de alimentos. Cada hora mueren alrededor de 1000 personas, y cada día mueren 24000 personas. Al año mueren de inanición un total de 8’760,000, seres humanos.[3] Piense en la magnitud de este sistema económico injusto, que condena a la muerte a casi nueve millones de personas alrededor del mundo anualmente. Y como no va a hacer esto, si en el neoliberalismo atroz en el que vivimos, el mercado no tiene control alguno. Estamos a merced de las leyes de la oferta y la demanda. Nos encontramos a los pies de un mercado al que no le importa ganar a ultranza, a costa de matar y asesinar a millones para enriquecer a unas cuantos miles de personas. ¡La muerte de millones, por la vida de miles!

En condiciones normales y viviendo dentro de un comercio justo, en aquellos días, se venderían 12 kilos de trigo por el jornal de un día de trabajo (un denario). De modo que los precios del trigo se habían disparado entre 10 y 12 veces. Por ejemplo, en México si el kilo de tortilla cuesta 6 pesos en condiciones “normales”, bajo la descripción que hace Apocalipsis, el kilo de tortilla llegaría a costar nada menos que 72 pesos. Por eso el apóstol Pablo no se equivoca cuando dice que “el amor al dinero es raíz de todos los males” (1 Tm 1:6); porque entonces, el amor al dinero está por encima del amor al prójimo. “Al caballo negro le interesan más las ganancias del mercado que el hambre de los pobres”.[4]

¿Qué pasa con el vino y el aceite? Sucede que los intereses de los ricos siempre son protegidos por encima de los de los pobres, piense en el FOBAPROA mexicano por ejemplo. ¡Las ganancias son para unos cuantos empresarios -ladrones de cuello blanco- y las pérdidas multimillonarías de esas grandes empresas son para el grueso de la pobración! Suetonio relata que en el año 92 el emperador Domiciano viendo la abundancia de vino en Roma y la escasez de trigo, y posiblemente con intención de proteger el precio del vino en beneficio de los productores italianos, emitió un decreto para que “no se plantasen más viñas en Italia y que en las provincias se destruyesen la mitad o más de ellas, para convertirlas a trigo y cebada”.[5]

El decreto no prosperó por la airada protesta de los productores asiáticos. Sin embargo, muestra como el “mercado”, trata de proteger los intereses de los grandes potentados por encima de los más pobres, débiles y desfavorecidos, otra vez el caso de México. Juan de Patmos parodia esa actitud del mercado, mientras los alimentos básicos no son protegidos, los artículos suntuosos sí lo son. Esa situación injusta sigue dañándonos a nosotros mismos. Piense por ejemplo en la propuesta de cobrar IVA en alimentos y medicinas, ¿por qué daña la economía de los más pobres en vez de mejorarla como proclama el gobierno? ¿Por qué los pobres serían los más afectados y no los más beneficiados como dicen? Por una sencilla razón, porque los pobres invierten un porcentaje mayor de sus ingresos en alimentación. Por ejemplo, un pobre obtiene ingresos por 50 pesos diarios, de los cuales invertirá 40 en su alimentación, el 80%. Mientras una persona rica gana 50’000 pesos diarios, de los cuales invertirá el 1% en su alimentación, es decir 500 pesos. ¿Quién pagaría más impuestos, el pobre o el rico? En conclusión: “el caballo negro simboliza la opresión económica del Imperio Romano. Únicamente los ricos gozan de la famosa prosperidad económica del Imperio, así como sólo ellos gozaban de la Pax Romana”.[6] Lo mismo sigue sucediendo en nuestro días, los ejemplos podrían multiplicarse ad infinitum.
Fuentes:
[1] En buena parte del siguiente sermón, sigo muy de cerca a Juan Stam, Apocalipsis y profecía, Kairós ediciones, B. A., 1998.
[2] Ibid., p. 62.
[3] Estadísticas del Hambre. Un 75% de los fallecidos son niños menores de cinco años (6’570,000). Hoy en día, un 10% de los niños de los países en desarrollo mueren antes de cumplir cinco años. La mayoría de las muertes por hambre se deben a desnutrición crónica. La hambruna y las guerras son causantes también de este mal. Además de la muerte, la desnutrición crónica también causa discapacidades visuales, desgano, crecimiento deficiente y una susceptibilidad mucho mayor a padecer enfermedades. Las personas con desnutrición grave son incapaces de funcionar siquiera a un nivel básico. Se estima que unos 800 millones de personas en el mundo sufren de hambre y desnutrición, una cantidad 100 veces mayor que el número de personas que mueren por esta causa al año.
A menudo sólo se necesitan unos pocos y sencillos recursos para que la gente pobre pueda cultivar los alimentos necesarios para volverse autosuficiente. Estos recursos incluyen semillas de calidad, herramientas adecuadas y acceso al agua. Muchos expertos en el tema del hambre opinan que, a fin de cuentas, la educación constituye la mejor manera de reducir el hambre. La gente que tiene acceso a la educación cuenta con los mejores medios para salir del círculo de pobreza que causa el hambre.
[4] Stam, J., op. cit., p. 65.
[5] Ibid., p. 66.
[6] Richard, P., Apocalipsis: reconstrucción de la esperanza, Ediciones Dabar, México, 1995, p. 114.

No hay comentarios: