jueves, 31 de enero de 2008

PROFECÍA Y CRISIS ECONÓMICA 3

"AMÓS Y LA JUSTICIA SOCIAL"
Amós 2:6-16

El profeta Amós inicia su proclama con la declaración profética clásica: “Así ha dicho Yahvé; Así dice en Señor”. “Se trata de la fórmula 'del mensajero', con el que se abre siempre el discurso del que está encargado de transmitir un mensaje. Se sabe que los profetas se presentan como mensajeros del Señor”.[1] El profeta como apuntábamos habla en nombre de Dios, y reclama por ello, que esa palabra sea escuchada con toda claridad. En los capítulos 1:1-2:5, hay un juicio y denuncia contra diferentes naciones: Siria, Filistea, Tiro, Edom, Amón, Moab y Judá, siete diferentes naciones. En 2:6ss, se dirige a Israel, el reino del norte. El texto sigue la misma estructura de denuncia de los oráculos anteriores, “Por tres pecados de.. y por el cuarto...”, pero ahora el texto sugiere que los pecados de Israel son mayores que los del resto de las naciones. Israel podría pensar que el profeta está ahí para hablar mal de los otros, nada más lejos de la realidad, está ahí para denunciar cualquier clase de injusticia, aunque esta provenga del pueblo mismo de Dios. La denuncia profética tiene que ver ahora fundamentalmente con la justicia social.

En esos once versículos son dos los sujetos de los verbos, tanto Israel como Dios. Los verbos aplicados a Israel son negativos, denuncian las acciones en contra del pueblo de Dios; mientras que los que tienen a Dios por sujeto, son positivos, muestran las acciones del Señor a favor de su pueblo (vv. 9-11). En este contexto, los crímenes de Israel, son mayores que los del resto de las naciones, porque este pueblo cree conocer a Dios, pero lo cierto es que se sirven de Dios para seguir cometiéndolos, sus pecados son los siguientes:
“Venden por dinero al justo (inocente)”:
desprecio por la persona del deudor.
“Venden al pobre por un par de zapatos”:
esclavitud por deudas pequeñas.
“Pisotean a los desvalidos”:
humillación y opresión de quienes no tienen medios para defenderse.
“Tuercen el camino de los humildes”:
falsificación de la auténtica justicia.
“El hijo y el padre tienen relaciones sexuales con la misma mujer”:
abuso del débil.
“Sobre las cosas empeñadas se acuestan”:
falta de misericordia de los empréstitos.
“Beben el vino de las multas”:
uso indebido de los impuestos y de las multas.[2]

Dios hace que ellos se miren a través de la actitud bondadosa de Dios para con ellos. Los beneficios de Dios para con su pueblo, deberían de ser la norma de las relaciones entre ellos. Las malas acciones y las rebeliones de ese pueblo, llevan a Dios, a pensar en su destrucción. Los verbos hebreos tienen que ver con el lenguaje de la pobreza: saddiq, ´ébiôn, ´anaw y nazir;[3] nos hablan del inocente, del que sufre sin que haya un motivo aparente o formal; del pobre, desgraciado o necesitado; de la persona sin defensa, débil, sin voz, que está a merced de los poderosos; del humilde, de aquel que sufre las injusticias de que es víctima.[4] Todas las acusaciones contra Israel caen en el terreno de las injusticias sociales.

Como la causa de Yahvé es la causa de los pobres, este tiene que defenderlos frente a sus expoliadores. La primera acusación (vv.6b, 7) tiene que ver con la corrupción de los tribunales, y especialmente se trata de la venta indiscriminada de los pobres que han contraído deudas impagables y son reducidos a esclavos. Aunque la esclavitud no estaba prohibida en Israel, si lo estaba de los miembros del pueblo de Dios, es decir un israelita no podía ser esclavo (2 R 4:1). Existe una desproporción entre el delito legal y su castigo. No es extraño que actualmente, nuestras cárceles estén llenas de personas que robaron un pan para saciar su hambre, mientras que los delincuentes de cuello blanco, están en la calle disfrutando de sus robos millonarios cometidos contre el erario público. “Torcer el camino de los humildes”, habla de la perversión de los tribunales.

Hay también abusos sexuales, el padre y el hijo cohabitan con la misma mujer, algo expresamente prohibido por la ley mosaica (Ex 21:7-11; Lev 18:1, 20:14). Retienen indebidamente las ropas dadas en prenda (Ex 22:26-27; Dt 24:10-13). La idolatría subraya la práctica de un culto que permite la injusticia social y la prostitución sagrada. Corrompen a los nazareos y a los profetas no escuchan mandándoles que no profeticen o prediquen.

Después de la denuncia de los pecados de Israel, se pasa a la enumeración de las acciones positivas y benéficas de Dios para con su pueblo. Mientras el los trata con bondad como a sus aliados; ellos, especialmente los fuertes y poderosos tratan a los débiles como objetos y mercancías que pueden ser intercambiadas. Los israelitas no han seguido el ejemplo de Dios en sus relaciones. A Dios no se le sirve y honra únicamente en el culto, sino sobre todo, en las relaciones sociales cotidianas. La relación rota con Dios propicia el rompimiento de las relaciones humanas. Sólo una buena relación con Dios posibilita una relación buena entre la humanidad. Pero Dios se portara del mismo modos con los opresores, Dios los aplastará como ellos lo han hecho con los menesterosos, ninguno de ellos escapara, porque el “camino de los malos perecerá” (2:13ss).

Entre los que se han beneficiado del sistema económico injusto se encuentran: los comerciantes (8:4-8), los jueces (5:7,10-12; 6:12), los responsables políticos y militares y, a su cabeza, el rey (6:1-3, 13-14; 7:9), las damas ricas o vacas de Basán (4:1-3), los sacerdotes, como Amasías el de Bethel (7:10-17).[5] Todos ellos son los directamente responsables de un sistema social injusto y sus principales beneficiarios. Se han separado del pacto con Yahvé, y eso ha posibilitado la injusticia social. Separados de la base de la auténtica existencia, de Dios, oprimen a sus propios hermanos, los israelitas pobres. El olvido de Dios conduce a la eliminación del otro. Dios decide que ha llegado la hora de tomar partido: la opción preferencial de Dios, son los pobres. ¿Cuál será nuestra respuesta? Dios defiende a los pobres y menesterosos ¿lo haremos nosotros también?


Si el león ruge, ¿quién no temerá?
Si habla Yahvé el Señor, ¿quién no profetizará?
Amós 3:8

[1] Asurmendi, J. M., Amós y Oseas, 3ª ed., CB 64, Verbo Divino, Navarra, 1993, p. 12.
[2] Storniolo, I. y Martins Balancín, E., Amós: una denuncia de la injusticia social, Ediciones Paulinas, Bogotá, 1993, pp. 22ss.
[3] Asurmendi, J. M., op. cit., p. 13.
[4] Idem.
[5] Ibid., p. 15.

PROFECÍA Y CRISIS ECONÓMICA 2

“El irrenunciable llamamiento de Dios: el caso de Amós”
Homilía predicada ante el pleno del H. Presbiterio del Estado de México, en ocasión de mi investidura como licenciado en sagrada teología.
Amos 3:3-8; 7:12-15

¿Quién era Amós? Provenía de una aldea a 10 km al sureste de Belén, cerca del Mar Muerto, en la tribu de Judá, llamada Tecoa. Su profesión era la de un humilde pastor que fue tomado de detrás del ganado (1:1, 7:14).[1] “Puede decirse que Amós era un hombre del campo, hábil e impregnado de la experiencia cotidiana de la vida, que fue llamado de forma irresistible a ponerse en cuerpo y alma al servicio del su Señor (3:3-8)”.[2] A nuestro personaje le toca ejercer su llamamiento profético en Israel, el reino del norte, en el siglo VIII, durante el período del impío rey Jeroboam II (783-743, a. C.). Esto lo coloca como el libro profético más antiguo de todos.

¿Qué pasaba en tiempos de ese rey? Había un desarrollo económico boyante. Bajo el reinado de Jeroboam II, el comercio con otros países enriqueció al Estado, Israel recobró el esplendor de los días de David, y por la fuerza de las armas fueron recuperados varios territorios perdidos. Ese “milagro económico” que propició desarrollo y progreso, llevaba consigo desigualdad entre los diversos estratos sociales. Había injusticias, corrupción del derecho y fraude en el comercio. Ese sistema completamente injusto generó una distribución desigual de la riqueza, los bienes producidos no beneficiaban a todos, el pueblo producía y el producto era acumulado por algunos pocos; como en el actual sistema económico perverso, neoliberal y globalizador.

Queda claro –dicen las iglesias del Sur- que estamos viviendo en una nueva fase del capitalismo que combina todas las formas de poder y afecta todas las dimensiones de la vida. El sistema capitalista de producción cambió a un sistema financiero. También es nuevo en cuanto a su estrategia de dominación de mucho alcance y abarcadora de la totalidad, en el cual el mercado financiero global es un imperio y un dios. El imperio es un imperio financiero global sostenido por poder militar, político e ideológico; y sus fuerzas determinan la supervivencia de los países y los pueblos en la periferia. El imperio del mercado y las fuerzas militares oprimen en todos los niveles: social, político, económico, ecológico y espiritual, creando crisis para todas las personas y todos los países en el mundo.[3]

El actual sistema económico-financiero neoliberal y globalizador es perverso,[4] porque hace más pobres a los pobres, y más ricos a los ricos. Es un imperio y es un dios, un dios que en palabras de Dany-Robert Dufour, filósofo europeo es así:

[...] pero este vacío trascendente de Dios fue reemplazado por la nueva Providencia que mencioné hace rato, que es la Providencia del mercado. Es el mercado el que se presenta como un nuevo dios: potencia, omnipotencia; podría hacer todo, regular todo. Así que estamos ante una especie de nuevo dios. El problema es que este nuevo dios no cumple sus promesas –sus promesas divinas, puedo decirlo así. ¿Por qué? Porque el mercado es una simple red de intercambios, un ámbito donde se puede intercambiar todo, todo lo que es mercantilizable en el mundo; de hecho todo se vuelve susceptible de ello, incluso el derecho a contaminar. Como ustedes lo saben, uno compra el derecho a contaminar, o puede comprar niños, u órganos, o se pueden adquirir derechos sobre lo vivo. Así que en esta red todo es intercambiable.[5]


¿Cuál es entonces, el papel de la profecía en estas circunstancias? En primer lugar, el profeta habla en nombre de Dios, el Dios de la vida, de ahí proviene su autoridad. Nosotros, los pastores, también hablamos en nombre de ese Dios, por eso decimos: “La Biblia dice...”. El v. 3:8, expresa: “Si habla Yahvé, el Señor, ¿quién no profetizará?” El profeta habla impelido por la palabra de Dios, él no escoge lo que debe decir, es Dios quien le dice qué hablar. No tiene elección posible, está impulsado a hablar, a proclamar, a predicar, la Palabra. La profecía, es por ello, anuncio y denuncia. Anuncia mejores caminos, indica la posibilidad de nuevos senderos llenos de vida, trae buenas nuevas; pero también denuncia, proclama contra toda clase de injusticias fundadas en los falsos dioses, en este caso, en oposición a Mamón, el dios del mercado, del dinero, de los ricos opresores.

En segundo lugar, el v. 3:7, dice: “Porque no hará nada Yahvé, el Señor, sin revelar su secreto a sus siervos los profetas”. Dios revela a su profeta, su voluntad soberana. Eso significa que mientras todos ven las meras apariencias de la realidad, el profeta las desenmascara con la palabra de Dios. Revelar, significa “desvelar”, quitar el velo, dejar al descubierto, desenmascarar la apariencia no visible. El profetismo actual debe desenmascarar al sistema económico injusto y denunciarlo con toda la fuerza de la palabra de Dios. El profeta “ve” en los acontecimientos el “sentido” del proyecto de Dios que se está realizando.

El sistema actual no quiere que nos demos cuenta de su perversión, porque no le conviene, sus intereses de mercado no se lo permiten. El sistema quiere hacernos creer que él es el mejor, que no hay posibilidad de existencia o sobrevivencia fuera de él. El profeta como no escoge qué decir, tampoco escoge ser profeta. La mayoría de los que escogieron ser profetas, no pasaron de ser comparsas y aliados de las injusticias, al servicio de sí mismos y de grupos a los cuales no les interesaba lo que Dios quería decir (7:12-15). No es el profeta el que escoge a Yahvé, sino que es Él, el que escoge, llama, capacita y envía. “El profeta se queda sin ningún apoyo oficial; su única fuerza será Dios”.[6] Esto le da libertad al profeta para hablar en nombre de Dios, no tiene que ser lisonjero, porque su compromiso primario es con Dios. Su causa es Yahvé, porque la causa de Yahvé en última instancia es la causa de los pobres.

Hermanos, a la luz de la Palabra de Dios, nosotros debemos también denunciar proféticamente la perversidad de este sistema económico injusto. Debemos desenmascarar la ideología dominante y anunciar la verdad del Evangelio que posibilitará nuevas y mejores relaciones, generando una nueva historia y una nueva sociedad. Por eso la voz que reclame ser profética, siempre y en todos los casos será una voz liberadora, que posibilite “que todos tengan plenitud de vida”. Amén.
Emmanuel Flores-Rojas, 070606.

[1] Aunque algunos piensa que en realidad no era un humilde pastor, sino un ganadero prominente (heb. noqedim). Cfr., Asurmendi, J. M., Amós y Oseas, 3ª ed., CB 64, Verbo Divino, Navarra, 1993, p. 10. El término noqed, no se emplea para designar a un simple pastor, sino a un propietario y criador de rebaños. Amós, pues, gozaba de una buena posición económica antes de ser llamado a ejercer la vocación profética (RVR-95). Aunque esto puede ser cierto, choca sin embargo, con el enfrentamiento entre Amós y el sacerdote Amasías, donde se deja ver un desprecio por la aparente situación social baja o inferior del profeta, y la posición más alta del sacerdote.
[2] Ibid., p. 11.
[3] DECLARACIÓN DE FE SOBRE LA CRISIS GLOBAL DE LA VIDA. Forum Sur/Sur de las Iglesias Miembros de la Alianza Reformada Mundial: Confesión y Alianza por la justicia económica y la vida en la tierra (processus confessionis). 22-26 de abril de 2003, Buenos Aires, Argentina. El subrayado es mío.
[4] La crítica al modelo económico neoliberal, es por demás incisiva en Paulo Freire, porque se han globalizado las inversiones y las ganancias económicas, no así la riqueza. “Contra toda la fuerza del discurso fatalista neoliberal, pragmático y reaccionario, insisto hoy, sin desvíos idealistas, en la necesidad de la conscientización (sic). Insisto en su actualización. [...] El “pasear” goloso de los billones de dólares que, en el mercado financiero, “vuelan” de un lugar a otro con la rapidez de los fax, en su búsqueda insaciable de más lucro, no es tratado como fatalidad. [...] Para mí es una inmoralidad que a los intereses radicalmente humanos se sobrepongan, como se viene haciendo, los intereses del mercado. Continúo alerta a la advertencia de Marx, sobre la necesidad del radicalismo para estar siempre despierto a todo lo que respecta a la defensa de los intereses humanos. Intereses superiores a los de puros grupos o clases de gente. [...] El hambre frente a la abundancia y el desempleo en el mundo son inmoralidades y no fatalidades, como lo pregona el reaccionarismo con aires de quien sufre sin poder hacer nada. Lo que quiero repetir, con fuerza, es que nada justifica la minimización de los seres humanos, en el caso de las mayorías compuestas por minorías que aun no percibieron que juntas serían mayoría. [...] Soy profesor a favor de la lucha constante contra cualquier forma de discriminación, contra la dominación económica de los individuos o de las clases sociales. Soy profesor contra el orden capitalista vigente que inventó esta aberración: la miseria en la abundancia” (Freire, P., Pedagogía de la autonomía, 10ª ed., México, D. F., Siglo XXI, 2005, pp. 54, 56, 96, 97, 99).
[5] La Jornada Semanal, No. 591, 02 de julio de 2006. El subrayado es mío.
[6] Storniolo, I. y Martins Balancín, E., Amós: una denuncia de la injusticia social, Ediciones Paulinas, Bogotá, 1993, pp. 16ss.

PROFECÍA Y CRISIS ECONÓMICA

En el año 2004 que la Alianza Reformada Mundial (WARC) se reunió en Accra, Ghana, África; el tema central de la Asamblea General fue: “Que todos tengan plenitud de vida”. El llamado de la ARM fue claro y preciso, resistir al mal de la injusticia económica y de la crisis de la vida. La Asamblea, realizada en la Universidad de Ghana del 30 de julio al 12 de agosto, reunió a más de 800 personas, entre delegados de 217 iglesias presbiterianas, reformadas y unidas de 100 países, así como observadores, invitados especiales, periodistas y visitantes.
“En un mundo en el que tantas personas luchan para poder sobrevivir, nuestra fe en Jesucristo nos confronta con el significado de la plenitud de vida y lo que supone la plenitud de vida para todos”. "Confesar nuestra fe y ofrecer nuestra vida al Señorío de Jesucristo exige que nos opongamos a todo lo que priva de plenitud de vida a todos esos seres humanos del mundo que Dios ama tanto", afirmaba el mensaje final.
La Asamblea advirtió que hoy la integridad de la fe está en peligro, [...] "Descubrimos -decía- el peligro de cometer el mismo pecado de aquellos cuya ceguera condenamos, porque el mundo actual se divide entre quienes celebran el culto en una cómoda situación y los esclavizados por la injusticia económica mundial y la destrucción del medio ambiente. Este no es un tema más de nuestra agenda; tiene que ver con la esencia de nuestra confesión de fe. "Cómo podemos afirmar que creemos en Jesucristo como Señor de la Vida y dejar de oponernos a todo lo que niega la promesa de plenitud de vida al mundo", agrega la declaración.

La injusticia de este sistema económico perverso
"Para la mitad de la población mundial, la dura realidad es ésta: es mejor ser una vaca. En promedio, las vacas europeas reciben 2,20 dólares estadounidenses por día de los contribuyentes en forma de subvenciones y otras ayudas. Entre tanto, 2.800 millones de personas de países en desarrollo viven con menos de 2 dólares diarios”. "Que todos tengan plenitud de vida" fue el tema de la 24ª Asamblea General (Accra 2004). Pero, “¿qué significa tener plenitud de vida en un mundo en el que las personas vivirían mejor si fuesen vacas (y hasta ellas se vuelven locas)?”

Atendiendo al llamado de la ARM, hoy iniciaremos una serie de predicaciones que tendrán como tema central la profecía y la crisis económica y de la vida. Iniciaremos nuestra reflexión, con Amos, el profeta de la justicia social, de la defensa de los pobres y oprimidos.

martes, 29 de enero de 2008

PUESTOS LOS OJOS EN JESÚS

Rev. Emmanuel Flores-Rojas.

Sermón predicado en ocasión del 125 aniversario de la llegada del Evangelio a
Santa María Tlalmimilólpan, Lerma, Estado de México.
INP “El Divino Salvador”

1 Por cuanto un número tan inmenso de hombres de fe nos contempla desde las graderías, despojémonos de cualquier cosa que nos reste agilidad o nos detenga, especialmente de esos pecados que con tanta facilidad se nos enredan en los pies y nos hacen caer, y corramos con paciencia la carrera en que Dios nos ha permitido competir. 2 Mantengamos fijos los ojos en ese Jesús que, sin importarle lo oprobioso de tal muerte, estuvo dispuesto a morir en la cruz porque sabía el gozo que tendría después; en ese Jesús que ahora ocupa el sitio de honor más alto a la derecha de Dios. 3 Si alguna vez nos sentimos descorazonados o fatigados, pensemos en la paciencia con que Jesús soportó el maltrato de sus perversos verdugos.[1]

Hebreos 12:1-3


Introducción:

Maratón era una ciudad de la antigua Grecia[2], situada en la costa este del Ática, al noreste de Atenas. Se levantaba en una llanura rodeada por montañas, pantanos y mar. La llanura de Maratón es famosa por ser el escenario de una gran batalla entre los atenienses y los persas el 13 de septiembre del año 490 a.C. En la batalla, el ejército persa de Darío I fue derrotado por los atenienses dirigidos por Milcíades. Esta victoria permitió a los griegos regresar rápidamente a Atenas, evitando un ataque marítimo persa sobre la ciudad. También incitó a los griegos a continuar la lucha y derrotar por completo a los persas diez años más tarde.

La actual carrera de maratón, cuya distancia es de 42,195 km, es una competición atlética que conmemora la legendaria proeza de un mensajero que corrió hasta Atenas con la noticia de la victoria.[3]

Contenido:

La vida cristiana amados hermanos, es semejante a una carrera, a un maratón. Una carrera no de rapidez, sino de alto rendimiento, de obstáculos y de perseverancia. El escritor de Hebreos, nos motiva en esta tarde a meditar sobre esa carrera que tenemos por delante. En las pasadas olimpiadas veíamos a los atletas correr en pos de una medalla, cuando llegaban al estadio y pasaban por el túnel, la gente en las gradas no sabía quién llegaba al estadio, y de pronto el atleta salía del túnel y se enfilaba por la pista y después de dar algunas vueltas por fin, llegaba a la anhelada meta. Y entonces, todos sus compatriotas en el estadio poniéndose de pie lo llenaban de vivas; su país entero viéndolo por TV estaba orgulloso de él. El mismísimo presidente de su nación le llamaba para felicitarlo. Y ahí estaba, exhausto, quizá con calambres o dolores musculares, pero había pasado el umbral del triunfo, había llegado a la meta.

1. Corred de tal manera que lo obtengáis (1 Corintios 9:24)[4]
12 1Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, (...)

El autor de Hebreos, nos propone una carrera como símil o metáfora de la vida cristiana. Una carrera donde otros, aparte de nosotros y en otro tiempo, han tenido la oportunidad de correr. Todos los héroes y las heroínas del capítulo precedente (11), son esa gran nube de testigos que nos rodean. Pero ¿por qué son testigos? Porque “la fe queda suficientemente probada por el testimonio de ellos, de modo que no deje lugar a dudas”[5] de que esta carrera vale la pena correrse. Son testigos, no porque sean espectadores, sino “que por su lealtad y perseverancia han dado testimonio de las posibilidades de la vida de fe. No es tanto que ellos nos miren a nosotros sino que nosotros los miramos a ellos, para recibir aliento. Han alcanzado testimonio de la fidelidad de Dios”[6]; así, son testigos de eso.

Así como nos rodean los hombres y mujeres de fe, animándonos a seguir adelante; de ese mismo modo, el pecado nos asedia, como en el caso de Caín, -el pecado está a la puerta, acechando. Con todo, tú lo dominarás- dice Dios (Gn 4:7b). Como el autor de Hebreos nos habla de un maratón, de una carrera atlética, nos demanda que dejemos todo aquello que nos reste agilidad. Juan Calvino dice al respecto:

Nos pide que vayamos ligeramente equipados; (...) [porque] hay diferentes cargas que retrasan y estorban nuestra marcha espiritual, tales como el apego a esta vida presente, los placeres del mundo, los apetitos carnales, los cuidados del mundo, también las riquezas y los honores, y otras cosas semejantes. Quienquiera, pues, que desee participar en la carrera cristiana, debe primero desembarazarse de todos estos impedimentos.[7]


El peso del pecado que nos rodea es la carga más pesada de todas. Cualquier “atleta debe disciplinarse a sí mismo; debe despojarse de todo peso superfluo, no sólo de objetos pesados alrededor del cuerpo sino también de exceso de peso corporal. (...) Cada uno debe aprender por sí mismo cuál es, en su caso un peso o un impedimento. Pero hay otras cosas que no son perfectamente buenas en sí mismas sino esencialmente malas; ellas constituyen el ‘pecado que nos asedia’”.[8]

Hermanos, nada debe distraernos en esta carrera que tenemos por delante, porque fácilmente caeríamos, o seríamos descalificados. Por eso, debemos correr con perseverancia (paciencia), y eso significa, que cuando no tengamos ganas de orar, debemos orar; cuando nuestra pareja nos diga –¿a qué vas a la iglesia, si sigues siendo igual?-, debemos asistir con mayor ahínco; cuando no sintamos necesidad de leer la Biblia, entonces debemos leerla, etc.

2. El que crea estar firme mire que no caiga (1 Corintios 10:12)[9]
12 2 (...) puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. 3 Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.[10]

El modelo por excelencia de la vida cristiana, es el glorioso Señor y Salvador Jesucristo. El atleta cristiano debe tener bien clara la meta hacía la cual avanza. Debe poner los ojos fijos en Jesús, Él es la meta, a Él deben estar dirigidos todos nuestros esfuerzos en la Iglesia, “porque de él, por él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén” (Romanos 11:36). “Los testigos primitivos proporcionan abundante incentivo; pero en Jesús tenemos a aquel que “por excelencia” es el “testigo fiel” (Ap. 1:15)[11] Él es “el autor y consumador de la fe”. (...) Es decir que Jesús es presentado como aquel que ha abierto el sendero de la fe y el mismo que corrió la carrera de la fe hasta su final triunfante”.[12]

Jesucristo es visto por el autor de Hebreos como el que “ha guiado a todo el pueblo de Dios, desde las épocas primitivas, a lo largo del camino de la fe”.[13] Por eso, Jesús podría muy bien ser considerado como aquel que les ha provisto, en cierto grado, del incentivo y coraje que necesitaban al correr su carrera con paciencia, así como ha provisto desde entonces a su pueblo un incentivo y un aliento similares en grado sumo. Jesús no sólo es el pionero de la fe: en él la fe ha alcanzado su perfección.[14]

Jesús hermanos, pago un precio muy alto, al correr el camino de la fe, sin importarle el oprobio y la burla. No le importaron las críticas, porque Él estaba determinado a acabar su carrera con sumo gozo, aunque sufrió la peor de las muertes posibles. Porque:
Morir crucificado era alcanzar las profundidades más terribles de la desgracia; era un castigo reservado para aquellos que eran considerados menos aptos para vivir entre todos los hombres, un castigo para subhombres. (...) Para los esclavos y criminales de baja calaña se la consideraba como un medio adecuado de ejecución y un formidable medio de disuasión para otros. Pero Jesús no consideró esta desgracia algo tan indigno de tomarse en cuenta, cuando la cuestión era su obediencia a la voluntad de Dios. Así que perfeccionó la fe al soportar la cruz, y ahora es suyo el lugar de la exaltación suprema. (...) Así que aquí, “el gozo puesto delante de él” no es algo sólo para él, sino para ser compartido con aquellos por quienes murió como sacrificio y vive como sumo sacerdote.[15]
La promesa de Dios en Jesucristo se vuelve una realidad entonces, al vencedor le concederé que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono (Ap 3:21). “Cristo, por lo tanto, ha llegado a ser el supremo inspirador de fe para su pueblo. Cuando ellos desmayan en el camino y se debilitan en su corazón porque parece no haber final para las pruebas que tienen que soportar, deben considerarlo a él”[16].

Termino con el formidable comentario que Calvino hace sobre el texto bíblico en el que estamos meditando en ocasión del 125 Aniversario de esta amada iglesia:
Ahora bien, la metáfora de una carrera con frecuencia se emplea en las Escrituras; mas aquí no significa cualquier clase de carrera, sino una competencia que exige los más grandes esfuerzos (...) estamos comprometidos en un torneo en una carrera, y precisamente la más famosa de todas, ya que muchos espectadores nos rodean y el Hijo de Dios es el arbitro quien nos invita y exhorta a ganar el premio (...) los santos hombres que hemos mencionado no únicamente son espectadores, sino que son también competidores en la misma carrera, habiéndonos precedido para señalarnos el rumbo; sin embargo, el autor prefirió llamarlos testigos en vez de corredores, a fin de insinuar que no son rivales que tratan de arrebatarnos el premio, sino partidarios nuestros que aplauden y celebran nuestra victoria; y Cristo, además de ser el árbitro, extiende también su mano hacía nosotros, y nos provee de energía y fortaleza, en suma, él nos prepara y entrena para ingresar en la carrera, y mediante su poder nos lleva hasta la meta final.[17]
Verano de 2005.
Referencias:
[1] Texto bíblico tomado de La Biblia al Día © 1979 por la Sociedad Bíblica Internacional. Reservados todos los derechos.
[2] Aunque todavía hoy existe.
[3] Enciclopedia Microsoft® Encarta® 2003. © 1993-2002 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.
[4] 24¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. 25Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. 26Así que yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire; (1 Corintios 9:24ss.)
[5] Calvino, J., Epístola a los Hebreos, Libros Desafío, Grand Rapids, 1998, p. 275.
[6] Bruce, F. F., La Epístola a los Hebreos, Nueva Creación, Grand Rapids, 1998, p. 349.
[7] Calvino, J., op. cit. pp. 275-276. Las negritas son mías.
[8] Bruce, F. F., op. cit., p. 352.
[9] 11Todas estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, que vivimos en estos tiempos finales. 12Así que el que piensa estar firme, mire que no caiga.
[10] Reina-Valera 1995—Edición de Estudio, (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.
[11] 5y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama, nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre.
[12] Bruce, F. F., op. cit., p. 354.
[13] Ibíd., p. 355.
[14] Ibidem.
[15] Ibíd., pp. 355-356.
[16] Ibíd., pp. 357-358.
[17] Calvino, J., op. cit., p. 276.

domingo, 27 de enero de 2008

Como prosperar en este Nuevo Año

Josué 1, Mateo 7:24-27

La frase “Prospero Año Nuevo” se ha convertido en un lugar común para desearle a la gente toda clase de buenos deseos para el año que comienza. Es un “cliché”, una idea o expresión demasiado repetida o formulada en este tiempo que no específica claramente qué se entiende por ‘prospero’, cada quien la toma dependiendo de sus diferentes y diversas necesidades. Por ejemplo, para alguien que pasó contratiempos económicos en el año que terminó, prospero puede significar abundancia en términos monetarios. Por otra parte, para quien sufrió enfermedades, prospero quizá indique salud o sanidad. Para aquél o aquélla que tuvieron reveses amorosos o sentimentales, prospero señala éxito amoroso, etcétera.

Pero, ya que los cristianos nos dejamos conducir por lo que la Biblia como Palabra de Dios nos indica, ¿qué significa prospero, bíblicamente hablando? ¿De dónde viene la prosperidad para el creyente? Trataremos de responder a estas cuestiones en el sermón de esta tarde. Oremos pidiendo dirección divina...

El año nuevo es una etapa novedosa en nuestra vida porque no sabemos qué habrá de venir en este nuevo año, prácticamente estamos con una “agenda” blanca entre nuestras manos, listos para empezar a escribirla. “La palabra agenda viene del latín ‘agere’: actuar, conducir, hacer, dirigir, protagonista” (R. Bulmes). El año nuevo nos presenta novedad, nuevos retos y desafíos. En el relato bíblico que acabamos de leer esta mañana encontramos algo similar. El pueblo de Israel se encontraba en una nueva etapa histórica en su largo peregrinar por el desierto. Como Moisés, el año viejo ha muerto (Jos 1:1-2a), con él, han quedado en el pasado éxitos y fracasos, derrotas y triunfos; sin embargo, es hora de asumir nuevos desafíos planteados por Dios, retos que quizá no pudieron concretizarse (v. 2b), finalmente las promesas divinas de antaño siguen en pie (vv.3-4). Entonces…

1.- Para prosperar necesitamos dejar el pasado atrás
El primer mes de enero en inglés (january) toma su nombre del dios romano Jano (lat. Janus). En la mitología romana Janus era un dios que tenía dos caras, una mirando hacía el pasado y la otra hacia el futuro.

Jano era el dios de las puertas, los comienzos y los finales. Por eso le fue consagrado el primer mes del año (que en español pasó del latín Ianuarius a Janeiro y Janero y de ahí derivó a Enero). Su representación habitual es bifronte, esto es, con las dos caras mirando en sentidos opuestos. Es el dios de los cambios y las transiciones, de los momentos en los que se traspasa el umbral que separa el pasado y el futuro. Su principal templo en el Foro Romano tenía puertas que daban al este y al oeste, hacia el principio y el final del día, y entre ellas se situaba su estatua, con dos caras, cada una mirando en sentidos opuestos. En todos los hogares se le dirigía la plegaria matutina, y en cualquier tarea doméstica se buscaba su asistencia. Como dios de los comienzos, se lo invocaba públicamente el primer día de enero (Ianuarius), el mes que derivó de su nombre porque inicia el nuevo año. Se lo invocaba también al comenzar una guerra, y mientras ésta durara, las puertas de su templo permanecían siempre abiertas; cuando Roma estaba en paz, las puertas se cerraban. Jano no tiene equivalente en la mitología griega, pero según los romanos, este dios aseguraba buenos finales.[1]


Lo que queremos asegurar ahora, sin embargo, es un buen principio de año, para ello, la Biblia nos demanda dejar atrás el pasado que no nos permite seguir adelante para “prosperar” aquí y ahora. El libro de Josué se abre diciendo que Moisés había muerto, estaba atrás, se encontraba en el pasado. Ahora tocaba a la nueva generación responder en ese nuevo tiempo al llamado de Dios (1:1-2). El apóstol Pablo nos llama en Fil 3:12-14, a olvidar “ciertamente lo que queda atrás” y extendernos “a lo que está delante”. Para tener éxito en el año que comienza debemos dejar atrás el pasado, tanto triunfos como derrotas para que no se conviertan en un pesado lastre. Janus no debe dirigir nuestra vida.

2.- Para prosperar necesitamos valor y esfuerzo
Dios promete estar con nosotros, así como estuvo con Moisés, el Señor también acompañaría a Josué (Jos 1:5). Él promete estar también con nosotros hoy, Jesús así lo prometió en Mt 28:20b. ¡Él está con nosotros ‘todos los días’, no sólo en ciertos días especiales! Eso debe alentarnos para afrontar con paso firme el año que recién comienza poniendo bajo la mano paternal de Dios nuestros más altos anhelos. Dios le dice a Josué “esfuérzate y sé valiente”, sé fuerte, ten valor, anímate porque tú repartirás... ¿Yo Señor? ¡Pregúntate qué quiere hoy el Señor de ti! Dios no se cansa de repetirle a José que debe esforzarse y ser valiente, sin tener temor, sin desanimarse, sin claudicar, porque Dios necesita hombres y mujeres de valor. Pero Dios exige todo esto porque no sólo ha prometido estar con nosotros todos los días de nuestra vida sino también acompañarnos donde quiera que vayamos (Jos 1:9). Cuando Josué fue investido como líder del pueblo de Israel, Dios le demando el mismo valor y esfuerzo, a él y al pueblo de Israel (Dt 31:6-7, 23). El presbiteriano Theodore Roosevelt, vigésimo sexto presidente de EEUU, dijo una vez: “Lo único que debemos temer es al miedo mismo”. Este punto sobre el valor y la firmeza nos conecta con el siguiente aspecto.

3.- Para prosperar necesitamos la dirección divina
Para vivir conforme a la Palabra de Dios se necesita “mucho valor y firmeza” (1:7). Sí, pero sólo viviendo bajo la dirección de la Palabra es que podemos tener éxito y prosperidad: “para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas… porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien” (vv. 7-8). La dirección divina está en la escucha atenta de la Palabra de Dios. El libro de Josué inicia no sólo anunciando la muerte de Moisés sino también diciendo “que Jehová habló a Josué hijo de Nun… diciendo… levántate”. ¡Dios nos llama también esta tarde! ¡Dios nos conmina a la acción! ¡Dios nos incentiva a asumirnos como sus colaboradores en la misión divina! Dios quiere prosperarnos haciendo que estemos atentos a su voz, a su palabra al igual que Josué. El salmo uno dice: “Bienaventurado… (feliz, dichoso) sino que en la ley de Jehová está su delicia y en ella medita de día y de noche… y ‘todo lo que hace, prosperara’” (vv. 1-3). La Palabra de Dios es la roca más sólida sobre la que podremos construir una vida de éxito y triunfo a través de Jesucristo, el Hijo de Dios. Así lo enseñó el mismo Jesús en Mt 7:24ss.

4.- Para prosperar necesitamos el apoyo mutuo
Si vamos a ser prosperados como individuos, no es menos cierto que Dios quiere prosperarnos como Iglesia San Pablo. Dios quiere que caminemos juntos, que adoremos juntos, que oremos juntos, que luchemos juntos y que tengamos éxito juntos (Jos 1:12-14). Como siervos y siervas de Dios necesitamos apoyo y cuidado mutuo, la bendición para San Pablo vendrá en comunidad, vendrá en conjunto o no vendrá. Todos debemos llegar a la “unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios” (Ef 4:13). Como podemos ver nadie debe sentirse excluido, nadie puede quedarse atrás porque cada miembro tiene su propio rol, su propia actividad en San Pablo (Ef 4:15-16).

5.- Para prosperar necesitamos ser obedientes
No sólo hay que estar atentos a la escucha de la Palabra, también al liderazgo puesto por Dios. Después de que Josué conmina a los rubenitas, los gaditas y los de Manasés a asumir su parte en la conquista de la tierra prometida, éstos responden en obediencia (Jos 1:16). He aquí algunos aspectos que pueden ayudarnos a tener prosperidad de parte de Dios para este año que recién está comenzando. Quiera Dios bendecirnos más, todavía más…

Pbro. Emmanuel Flores-Rojas, 060108.

[1] http://es.wikipedia.org/wiki/Jano

EN TU MANO ESTÁN MIS TIEMPOS

Salmo 31:5, 14-15; Gálatas 4:4

El salmo 31 es una afirmación de confianza absoluta en Dios, es uno de los Salmos que más me gustan porque ahí David hace dos declaraciones de fe muy importantes para nosotros hoy día. Quiero resaltar estas dos frases en este sermón. En primer lugar, hay que decir que este salmo es uno de los llamados “salmos mesiánicos”, porque contiene la última frase que según el evangelista Lucas, Jesús pronunció desde la Cruz antes de expirar: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23:46). Ésta es la primera declaración de fe que quiero resaltar hoy, Jesús –el hijo de David- la hace desde la cruenta Cruz en la que fue crucificado por nosotros, por ustedes y por mí. Es la última frase de su vida, porque la muerte no es un acontecimiento de la vida; Jesús le dice a Dios, colgado desde ese madero: “Padre, en tus manos abandono mi vida”. Esta declaración de fe y confianza en Dios aparece en el Sal 31:5, “En tu mano encomiendo mi espíritu” –dice ahí- (RVR60). La TLA traslada este versículo así: Tú eres un Dios fiel. ¡Sálvame! ¡Mi vida entera está en tus manos! Amén. Así como la vida entera de Jesús, desde su Nacimiento hasta la Cruz –como veremos a continuación- estuvo en las manos de Dios incluso en la hora más oscura como la de Getsemaní, la nuestra también.

La segunda frase o declaración de fe a resaltar, nos conecta con el título de este sermón y aparece en el salmo 31:14-15: “Mas yo en ti confío, oh Jehová; digo: Tú eres mi Dios. En tu mano están mis tiempos” (RVR60). La NVI traduce “Mi vida entera está en tus manos”; RVR60 dice: “En tu(s) mano(s) están mis tiempos”, esa es la declaración de confianza del gran rey David. ¡Qué profunda confesión de fe en Dios! En nuestros días vivimos gobernados por el tiempo, vivimos en la era de la rapidez informática, la eficiencia se mide ente otras cosas por el ahorro de tiempo en todo. Sin embargo la Biblia nos invita a estar gobernados por Dios y no por el tiempo, porque nuestro tiempo mismo está en la mano de Dios. ¡Dios es Señor también del tiempo! De ahí que en medio de todo el ajetreo de esta vida, debemos preguntarnos seriamente ¿qué es el tiempo según la Biblia? ¿Por qué es tan importante el tiempo? ¿Por qué la Biblia se ocupa del tiempo? ¿Qué estoy haciendo con mi tiempo? Tales han de ser las preguntas que abordaremos hoy sobre el tiempo. Empezaremos diciendo que, según Aristóteles: “el tiempo es aquello en lo que se producen acontecimientos”. Recuerde esta ‘definición’, volveremos sobre ella más adelante.

Ahora, vayamos a Gálatas 4:4, “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley…”[1]. Aunque el apóstol Pablo afirma varias cosas en este pequeño texto, quiero enfocarme sólo en una de ellas, la cuestión del tiempo en el que Jesucristo ‘advino’;[2] según lo cual él llegó en la “plenitud del tiempo”. La palabra “cumplimiento” es la traducción del griego plhvrwma (pleroma) y significa además, plenitud (a menudo se refiere al ser o a la naturaleza de Dios), consumación, realización, totalidad, medida plena. Es decir, Jesús vino en el momento oportuno, en el tiempo señalado, en el plazo establecido por Dios. Jesús no se adelantó ni se atraso en su venida. Su nacimiento fue acertado. De ahí que los creyentes no celebremos en Navidad una fecha específica (cosa que Pablo reprueba en Gal 4:10), sino un acontecimiento histórico sin igual y único: la natividad de Jesús. Cuando el Credo de los Apóstoles dice: “padeció bajo el poder de Poncio Pilato”, no es que lo esté acusando de asesinato, sino que está estableciendo un hecho histórico concreto, acaecido en un tiempo y espacio específicos.

Decíamos que en el calendario litúrgico de las Iglesias cristianas, el ADVIENTO es la primera estación del Reino con la que nos preparamos para la gran celebración de NAVIDAD. Adviento viene del latín adventus, y quiere decir: lo que viene, lo que está por venir. Pues bien, Jesús ya vino ayer, sigue viniendo hoy y todavía tiene que venir mañana. Así, la fe cristiana se vincula con algo que aconteció en el tiempo y en el espacio, la fe cristiana no es a-histórica sino que nutre la historia universal, porque Cristo le da sentido a la historia. Si “el tiempo es aquello en lo que se producen acontecimientos”, entonces en Navidad no celebramos un tiempo pasado sino un acontecimiento siempre actual. En efecto, Gal 4:4, está hablando no sólo del tiempo a secas como si se tratase de una fecha pasada, sino del más grande de todos los acontecimientos: el nacimiento de Jesús el Cristo, el Mesías anunciado y esperado por los profetas del AT. Está recordándonos que Jesús el Hijo Unigénito de Dios, entró al mundo como un hombre, vinculándose en todo a los seres humanos, de ahí que Pablo diga a continuación: “nacido de mujer”.

¿Qué clase de tiempo es este del que está hablando Pablo aquí? Indudablemente es el tiempo de Dios (Mc 1:15; Ef 1:9ss), el tiempo en el que el Padre determinó que el Hijo viniera al mundo, el tiempo del cual Dios es Señor. Por lo tanto, el tiempo humano está en sus manos, nuestra vida está en su mano paternal. Cada uno de nosotros puede decir junto con la Biblia: “En tu mano están mis tiempos”. Todo lo cual nos lleva a la siguiente afirmación, la vida de Jesús estaba en las manos de su Padre, en las manos soberanas de Dios. Desde su nacimiento hasta su muerte, la vida de Jesús estuvo en las manos de su Padre. Por eso, nosotros los creyentes podemos decir hoy, “en tu mano están mis tiempos”. Como hijos de Dios debemos reconocer que nuestra existencia cobra sentido a la luz del Crucificado y Resucitado. Nuestro nacimiento como nuestra muerte está en la mano de Dios. Adviento, nos recuerda, que el tiempo es de Dios, que Él es soberano también del tiempo, que nuestra vida toda le pertenece sólo a Él, y que todo está en su mano paternal, absolutamente todo. Nuestros sueños, nuestros más altos anhelos, nuestras luchas, nuestras preocupaciones, nuestros miedos e incertidumbres; todo ello y más, están en la mano de Dios.

Finalmente, ¿qué nos enseña todo esto? ¿Cuál es la aplicación para nuestras vidas hoy, aquí y ahora? Habremos de decir que la primera venida de Jesucristo, “en la plenitud del tiempo”, tuvo un propósito clarísimo: hacernos hijos de Dios por la fe en Él mismo. Dios nos adoptó en Jesucristo para ser sus amados hijos/as. La TLA dice en Gálatas 4:5ss: “5Dios lo envió [a Jesús] para liberar a todos lo que teníamos que obedecer la ley, y luego nos adoptó como hijos suyos. 6Ahora, como ustedes son sus hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a vivir en ustedes. Por eso, cuando oramos a Dios, el Espíritu nos permite llamarlo: <Papá, querido Papá>. 7Ustedes ya no son como los esclavos de cualquier familia, sino que son hijos de Dios. Y como son sus hijos, gracias a él tienen derecho a sus riquezas”. Amén.

INP “San Pablo”
Pbro. Emmanuel Flores-Rojas
09/12/07

[1] 4o{te de; h\lqen to; plhvrwma tou` crovnou, ejxapevsteilen oJ qeo;" to;n uiJo;n aujtou`, genovmenon ejk gunaikov", genovmenon uJpo; novmon, [Aland, Kurt, et .al., The Greek New Testament, (Deutsche Bibelgesellschaft Stuttgart) 1983].
[2] Recuerde que estamos celebrando adviento, la venida de Jesucristo en tres estadios –su Primera Venida hace 2000 mil años (ayer), a nuestra vida (hoy) y su Segunda Venida (mañana).