lunes, 17 de marzo de 2008

¿QUIÉN ES ÉSTE? ÉSTE ES JESÚS, EL PROFETA…


Zacarías 9: 9; Mateo 21:1-11

Introducción:
Esta semana se dieron a conocer las controvertidas declaraciones que el reverendo Jeremiah Wright, pastor de la iglesia a la que asiste el candidato demócrata de los EEUU, Barak Obama; proclamó en varios de sus sermones. Con voz profética dijo que el “terrorismo estadounidense” provocó los atentados del 11 de septiembre de 2001, además también añadió que los negros deberían cantar “Dios condene a Estados Unidos”.



"Bombardeamos Hiroshima, -dijo- Nagasaki y bombardeamos con armas nucleares a muchas más personas que los miles (que murieron) en Nueva York y el Pentágono y nunca nos hemos ni inmutado", aseguró Wright el domingo tras los atentados del 11-S.
"Hemos respaldado el terrorismo de estado contra los palestinos y los negros de Sudáfrica y ahora somos los indignados porque lo que hemos hecho se vuelve contra nosotros aquí", añadió el pastor.[1]

Desarrollo:
Los evangelios refieren las varias ocasiones cuando Jesús preguntó a sus discípulos acerca de quién decía la gente que él era. El evangelio de Mateo (16:13-15; el. at.) dice: “Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”
Como podemos notar por el texto anterior, la gente reconoce en la figura de Jesús, no a un simple rabí o maestro de la Ley, sino a un auténtico Profeta. Jesús es comparado o identificado con grandes profetas del Antiguo Testamento, entre los que se encuentran Elías y Jeremías.[2] Esto es muy importante, porque como veremos a continuación, Jesús retoma especialmente el mensaje profético de Jeremías en contra del Templo como institución religiosa, y de la ciudad de Jerusalén como asiento de ese y otros poderes.


Cuando Jesús entra en Jerusalén aclamado como Rey y Mesías por las multitudes de peregrinos que se habían congregado en la Ciudad Santa en vísperas de la gran celebración de la Pascua judía, las preguntas en torno a quién es Jesús también se hacen presentes. El evangelio de Juan (12:12, Dios Habla Hoy), dice que “mucha gente había ido a Jerusalén para la fiesta de la Pascua” y como supieron que al día siguiente “Jesús iba a llegar a la ciudad”, decidieron prepararse para recibirlo con ramas de palmeras y mantos en señal de bienvenida. Así, la ciudad de Jerusalén se convierte en un lugar protagónico al final del ministerio de Jesús.


Según Lucas (19:37-38, 41-44), cuando Jesús se encuentra ya casi a la entrada de Jerusalén, a un km aproximadamente, llora por ella y le lanza una fuerte filípica:
37Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, 38diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas! […] 41Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, 42diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. 43Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, 44y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación. (RVR-95)
Tanto en griego como en hebreo, el término visitar se usa para designar la intervención de Dios en la historia humana en un doble sentido: tanto para salvar (Lc 1:68) como para castigar (Ex 20:5, 32:34; Sal 59:5; Is 10:12). De tal modo que la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén cumple con esa doble dinámica; la llegada final del profeta nazareno se convierte en una "visita" a la Ciudad Santa, tanto para salvar como para castigar, tanto para proclamar como para denunciar. En el AT el autor del libro de Lamentaciones –que algunos atribuyen a Jeremías- (2:14) se quejaba por el modo como actuaron los profetas de ese entonces, al no cumplir con su ministerio profético de anuncio y de denuncia, sino que "predicaron vanas profecías y extravíos” (RV-1909): “Tus profetas vieron para ti vanidad y locura, y no descubrieron tu pecado para impedir tu cautiverio, sino que te predicaron vanas profecías y seducciones” (RVR-95).


Entonces, la auténtica predicación profética denunciaba el pecado del pueblo, para que éste se arrepintiera y actuara en consecuencia. Antaño, los profetas debieron impedir la destrucción de Jerusalén y el cautiverio de Judá. En su sentido bíblico, el profeta no es aquel que “predice” el futuro sino el que predica con sinceridad la Palabra de Dios en el tiempo presente, no importa si tiene que denunciar el pecado del pueblo de Dios. Jesús se da cuenta de que la ciudad de Jerusalén no quiso reconocer que Dios lo había enviado a Él para salvarlos, y por tanto sería destruida. ¡Jesús anuncia pero también denuncia, cumpliendo así, su ministerio profético!


Jesús sabe de antemano que la ciudad de Jerusalén es dura y no lo reconocerá como Rey y Mesías, pero tampoco como Profeta. El recibimiento que le hacen las multitudes el día domingo con fervor y gozo, pronto se convertirá el día viernes en acusación y recriminación. A pesar de eso, y aunque Jesús lo sabe desde un principio, asume con valor y compromiso el camino señalado por el Padre: “Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén” (Lc 9:51). Jesús no teme acudir a la cita marcada en el reloj divino, al contrario, “afirma su rostro”, es decir que mira de frente, levanta su cabeza y se dirige hacía el encuentro final y definitivo con los poderes de la muerte.


¿Por qué Jerusalén? El relato bíblico que narra Mateo no deja de trasmitirnos las fuertes connotaciones políticas que se respiraban en el ambiente jerosolimitano. La capital se alborotó porque Jesús ingresó con un sesgo claramente político ¡y teológico! ¡A Jesús lo aclaman como Mesías! El título “hijo de David” es político, hace referencia a la monarquía davídica. Entonces, lo que Jesús el galileo hace, al ingresar de esa forma en Jerusalén, es una “parábola dramatizada” que recuerda las acciones simbólicas a las cuales recurrían los profetas del AT para ejemplificar el contenido del mensaje divino (Cfr., Is 8:1-4; Jer 13:1-11; Ez 4:1-5:4, etc.). Es decir, Jesús a través de lo que hace aquel domingo predica de una forma sui generis, ya que sus actos son una “predicación dramatizada”, donde él es el principal protagonista. Jerusalén se convierte en el teatro donde Jesús predica actuando. Jesús asume un rol, un papel profético. Con ello, Jesús se coloca en la línea y proclamación de los profetas del AT, especialmente de Jeremías. Jesús se sabe profeta y actúa como tal.


Una de las principales condenas de los profetas del AT era contra la ciudad de Jerusalén y contra el Templo ahí establecido, porque generaban una falsa espiritualidad, un falso compromiso con Dios (Jr 7:3-4, 8-11). En la visión de Jesús, la Ciudad Santa y el Templo se habían convertido en una simple institución religiosa que separaba al pueblo de su Dios (Mt 21:12-13). Más aún, seguía siendo la ciudad injusta, sanguinaria y rebelde de antaño (Mt 23:37; Lc 13:34; cfr., Is 1:21ss, et. al.). Jesús se atrevió a ser profeta, y por eso murió como profeta en Jerusalén.


Al notar el alborozo que ha ocasionado en la ciudad, la gente que no conoce todavía a Jesús, es decir, los peregrinos que habían llegado a Judá, se preguntan con inquietud: ¿Quién es éste? Ésta es una pregunta retórica en su origen y despectiva en su respuesta: Éste es Jesús, el profeta, el de Nazaret de Galilea. Los que formulan tal pregunta no buscan reconocer ni quieren conocer a ese personaje marginal, sino que desean descalificar el origen del recién llegado. ¡Un marginado social ha entrado en la capital económico-político-religiosa como el Rey/Mesías! El relato paralelo de Lucas toma nota de la invectiva que uno de los fariseos le lanza a Jesús para que calle a sus discípulos (Lc 19:39-40). Según el evangelio de Juan, Natanael también llegó a cuestionarse: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? (Jn 1:47). Tales son las preguntas en torno a Jesús, ¿cuál será nuestra respuesta hoy? ¿Quién es Jesús para ti?


Rev. Emmanuel Flores-Rojas
INP “SAN PABLO”
Domingo de Ramos, 2008.



[1]http://www.lavanguardia.es/premium/publica/publica?COMPID=53445424020&ID_PAGINA=22088&ID_FORMATO=9&turbourl=false
[2] Incluso el rey Herodes, llegó a pensar que en Jesús, Juan el Bautista en tanto profeta, había resucitado. Cfr., Mc 6:14-15.

No hay comentarios: