jueves, 20 de marzo de 2008

MEMORIA Y ESPERANZA: DE LA ÚLTIMA CENA AL GRAN BANQUETE DEL REINO





Lucas 22:7-23

Introducción:

El día jueves de Semana Mayor es el día en que Jesucristo celebró la Cena de Pascua con sus discípulos y en aquella memorable ocasión estableció lo que los cristianos hemos llamado la “Cena del Señor”. La Última Cena, representó la íntima comunión que existía entre Jesucristo y sus discípulos. La cena en el antiguo Cercano Oriente señalaba la relación tan estrecha que se establecía entre los participantes de esa comida. De ahí que Apocalipsis 3:20 establezca que la cena es ante todo, una relación comunitaria entre los comensales, Jesús dice ahí: “Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo”.


Desarrollo:

Cuando nos acercamos a la Mesa del Señor y compartimos la Santa Cena, participamos del cuerpo y la sangre de Jesucristo, por eso el Señor dice: “entraré a él y cenare con él y él conmigo”. ¡Tenemos un encuentro en tres tiempos! En el evangelio de Juan, Jesús afirma: “El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece y yo en él” (Jn 6:56). Así que al participar de la Cena del Señor participamos de su presencia íntima y personal entre nosotros. Jesucristo se presencializa de forma viva, real y verdadera, en el sacramento de la Santa Cena. Entablamos así, una comunión con el Señor Jesucristo: “permaneced en mí y yo en vosotros”, dice Jesús (Jn 15:4).

Por eso vale la pena echar un vistazo al relato de la Institución de la Santa Cena que nos proporciona el evangelio de Lucas para sacar algunas enseñanzas esta noche. En primer lugar, Lucas nos muestra el talante psicológico que Jesús tenía aquella noche del jueves, -justo antes de ser traicionado y entregado- el evangelio dice que cuando llegó la “hora”, Jesús se sentó a la mesa con los suyos, con sus discípulos, con sus apóstoles. Lucas no deja de trasmitirnos las palabras iniciales de la alocución de Jesús aquella memorable noche: “¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua…! (Lc 22:15).

El deseo vehemente de Jesús por unirse a los suyos en la Cena Santa, nos enseña que Jesucristo se vincula a nosotros y con nosotras al sentarnos con Él a la Mesa; pero también permite que entre nosotros tengamos comunión unos con otros, porque no participamos individualmente de la Comunión sino juntos, en comunidad, [de forma colectiva]. La Santa Cena tiene por tanto un carácter festivo, es un banquete, y una fiesta no se disfruta en soledad. ¡Estamos invitados a la Mesa del Señor! Él nos sustenta “en la Cena… [porque] Cristo Jesús, se une a nosotros de tal manera que él llega a ser verdadero alimento y nutrición para nuestras almas” (La Confesión Escocesa, capítulo XXI)[1]



Jesús había celebrado antes otras Cenas Pascuales, desde su infancia y adolescencia había participado en ellas. En la Cena Pascual se celebraba como todos sabemos, el gran acontecimiento fundador del pueblo de Israel en el AT. La celebración central de la Cena de Pascua era el Éxodo, el cual marcaba la salida de la esclavitud en Egipto. Era pues, una cena que rememoraba y conmemoraba los grandes hitos liberadores de Yahvé a favor de su pueblo. Era un “memorial” por la liberación de la esclavitud y la dura servidumbre. Aquella noche cuando los hebreos salieron de la esclavitud en Egipto, sacrificaron un cordero pascual y lo comieron junto con panes ázimos o sin levadura (Ex 13:2, 8-9). Pero la noche del día jueves en que el Señor establece la Santa Cena, Jesús se convertía en el nuevo cordero pascual que sería sacrificado para salvación de muchos.

Aunque Jesús había celebrado antes otras cenas pascuales en compañía de sus discípulos, esta cena entrañaba algo especialísimo, era la última de ellas. De ahí que Jesús se siente impulsado a expresar la vehemencia y la expectación con la que había esperado celebrarla en compañía de sus amados amigos, por eso dice: “cuánto he deseado”. Jesús siente algo especial al sentarse a la mesa con los suyos, cuánto he querido, cuánto he anhelado, cuánto he esperado... Sucede que Jesús se encuentra ante la inminencia de la muerte, de su muerte pascual como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1:29). Las palabras de esa noche son las de un moribundo.

En segundo lugar, quiero resaltar que después de expresar ese intenso deseo, Jesús añade: “antes que padezca”. Jesús sabe que va a padecer por nosotros los pecadores. El Credo de los apóstoles ya nos lo recuerda cuando dice: “padeció bajo el poder de Poncio Pilato”. También el Catecismo de Heidelberg cuestiona sobre el significado del padecimiento de Jesús el Cristo: “¿Qué entiendes por la palabra sufrió/padeció? –dice la pregunta 37- Que a través de toda su vida, pero especialmente al final de la misma, soportó en cuerpo y alma la ira de Dios contra el pecado de toda la raza humana…”. Jesús soporto el padecimiento por causa nuestra. “La vida entera de Jesús queda incluida en esta palabra, ‘padeció’. […] La vida entera de Jesús se desarrolla en esta soledad y, por tanto, a la sombra de la cruz. […] Él padeció; él, que es verdadero Dios y verdadero hombre”.[2] El apóstol Pablo al recordar la Institución de la Santa Cena, también trae a la memoria el padecimiento final de Jesús, “porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado…” (1 Co 11:23).

La noche que fue entregado, fue una noche oscura como esta. Una noche como la de la primera pascua hebrea. Una noche tormentosa y tortuosa. Al participar en la Santa Cena no olvidemos que estamos participando del padecimiento y los sufrimientos de Jesucristo el Hijo de Dios, no como quienes lo padecen en carne propia sino a favor de quienes padeció Cristo. Jesús, el verdadero Dios y el verdadero hombre padeció por nosotros, por ti y por mí. De ahí que “se requiere la fe para ver lo que es el sufrimiento. Aquí si que se padeció. Todo lo demás que conocemos como sufrimiento lo es en un sentido impropio, comparado con lo que aquí sucedió”.[3] Dios humanado en Jesucristo sufrió. Jesús padeció persecución, padeció dolor, padeció hambre, padeció frío, padeció traición, padeció desengaño, padeció sed, padeció cansancio, padeció temor, padeció desde Belén hasta la Cruz… todo esto y más, padeció Jesús.

Todos estos padecimientos de Jesucristo deben estar en nuestra memoria, ya que el mismo Jesucristo –lo mismo que la Pascua en el AT- nos invita a celebrarla en su memoria (Lc 22:19; 1 Co 11:24-25). La memoria nos ubica en el pasado, en lo que Dios “ya” ha hecho a favor nuestro, “pero” también nos traslada al futuro, al “todavía no”. Dios quiere que recordemos todo lo que ha hecho a favor nuestro para que entonces participemos de la Santa Cena en agradecimiento por lo que Él ha hecho ya en Jesucristo; pero también debemos participar en esperanza, por lo que “todavía” hará por nosotros. Participamos de una cena en tres tiempos. La Santa Cena nos traslada al pasado en el que Jesús padeció, nos invita en el presente a tener memoria de sus padecimientos, y finalmente, nos recuerda que hay un acontecimiento proyectado en el futuro, el cual esperamos con esperanza: la venida definitiva del Reino de Dios.

En el presente ya participamos de la Santa Cena recordando lo que Jesús hizo una vez y para siempre por nosotros, pero también anunciamos al mundo que no le conoce, que él todavía tiene que venir (1 Co 11:26; Lc 22:16,18; Mt 26:29; Mc 14:25). La Santa Cena es un adelanto del gran banquete del Reino que disfrutaremos todos los creyentes en Jesucristo. Y en aquel día definitivo, todos los invitados a la Cena de las bodas del Cordero, habremos de participar del gran banquete del Reino, cuando la salvación final venga a nuestras vidas. Pero para participar de ese banquete esperanzador en el futuro, se requiere de una decisión en el presente. No todos están invitados a tal acontecimiento, sino aquellos que tomen la decisión adecuada “aquí y ahora” para participar del gran banquete del Reino “allí y entonces”.

Jesús te dice HOY, “yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo”. ¿Le abrirás la puerta? ¿Lo dejarás entrar a tu vida? ¿Quieres cenar con él?


Rev. Emmanuel Flores-Rojas, Jueves Santo, 20/03/08.



[1] Flores-Rojas, E., Sobre el sacramento de la Santa Cena, en línea: http://dicenquepredico.blogspot.com/2008/02/sobre-el-sacramento-de-la-santa-cena.html

[2] Barth, K., Esbozo de Dogmática, Sal Terrae, Santander, 2000, pp. 120, 121, 122.

[3] Ídem.

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