lunes, 28 de abril de 2008

¡GUERRA, GUERRA SIN TREGUA!


AT: Josué 5:13-15; NT: 2 Tim. 2:1-13

Introducción:

Era el 13 de mayo de 1940, hacía apenas un año que la Segunda Guerra Mundial acababa de comenzar entre la Alemania nazi y la coalición franco-inglesa. El recién nombrado primer ministro de Gran Bretaña, Winston Churchil, se dirigía a la Cámara de los Comunes en los siguientes términos: “Se preguntan: ‘¿Qué es lo que buscamos?’ Les puedo responder con una palabra: la victoria, la victoria a cualquier precio, la victoria a pesar de todo el terror, por arduo y largo que pueda ser el camino que conduce a ella: ya que sin la victoria no hay sobrevivencia. […] No tengo nada que ofrecer más que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”.[1]

Desarrollo:

1. Dios el guerrero:

¡El Dios de la Biblia es un Gran Guerrero! Jehová de los ejércitos es su Nombre (Sal 46:7). Nosotros sus siervos somos sus soldados, somos su ejército, como dice el salmista Él esté con nosotros. Él es el Comandante Supremo, el Comandante en Jefe, el Dios de los escuadrones de Israel. Como hemos leído, cuando Josué y el pueblo de Israel se encontraban a la entrada de la gran fortaleza de Jericó, aquel primer bastión enemigo que había que derrotar, el comandante del ejército del Señor se apersonó delante de él con la espada desenvainada, señal de que estaba listo para conducir al pueblo de Israel a la guerra. Josué sin saber quién era, le inquiere diciendo: “¿Es usted de los nuestros, o del enemigo? -¡De ninguno! –respondió-. Me presento ante ti como comandante del ejército del Señor (Jos 5:13-14, NVI).

Tanto Josué como el pueblo de Israel deben conocer su posición estratégica; cuándo Josué interroga sobre la identidad de aquél extraño, éste le responde que no es de ellos ni de los otros, porque no es que Dios esté del lado de los israelitas, sino que ellos tienen que pelear las batallas de su Dios. Desde el cielo, Dios mismo como comandante de sus ejércitos, se presencializa para conducir la batalla en la tierra. Él toma en sus propias manos las riendas de la situación. Su pueblo va a pelear pero no lo hará sólo, porque Dios los está acompañando y dirigiendo, él viene a dar órdenes precisas de lo que debe hacerse para conquistar al enemigo (Jos 6:2-5).

Por eso, es que Josué al saber la identidad de aquel ángel, se postra sobre su rostro, le adora y le pide instrucciones: “¿Qué dice mi Señor a su siervo?” (Jos 5:14b). Lo primero que le exige es santidad: “Quita el calzado de tus pies…”. Esa orden es idéntica a la que Moisés recibe frente a la zarza ardiente (Ex 3:5). Esto es así, porque “Jehová de los ejércitos” es el Dios tres veces Santo (Is 6:3).

2. Estamos en guerra:

En San Pablo estamos en guerra, sí, estamos enfrascados en una gran batalla, del cómo libremos esta guerra dependerá la sobrevivencia de nuestra amada Iglesia. En este 2008 celebraremos 25 años de la existencia de San Pablo y nos encontramos en medio de una cruenta batalla. El camino que tenemos por delante no es fácil. Debemos saber que nuestra batalla no es contra seres humanos de carne y hueso como los que enfrentaron Josué, el pueblo de Israel y David, sino contra Satanás mismo y sus huestes espirituales de maldad (Ef 6:12). La naturaleza de esta batalla es espiritual, y tiene que combatirse espiritualmente en el nombre del Dios Todopoderoso. La batalla no es entre nosotros como hermanos en San Pablo, sino en contra de Sátanas, nuestro enemigo común. Es una guerra contra los poderes de las tinieblas. Cuando David enfrenta a Goliat lo hace en el nombre del Dios Todopoderoso (1 Sm 17:45-46). ¡Está guerra sin tregua, necesita soldados como David!

3. La guerra requiere buenos soldados:

Nosotros somos soldados de Jesucristo, él es nuestro Capitán. El apóstol Pablo nos invita a sumarnos a la lucha que hay que librar contra los poderes de las tinieblas (2 Tim 2:3-4). Pablo dice: “sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo”. Nosotros como creyentes podemos escoger entre ser buenos o malos soldados, no hay términos medios. ¿Qué clase de soldados somos? A continuación daré una lista de aquellos que son malos soldados:

a) Soldados sin compañía: a los que les gusta pelear solos, son egoístas y no les importa el compañerismo, no saben que “mejor son dos que uno” (Ec 4:9).

b) Soldados que no tienen cuartel: no les agrada venir a la Iglesia o lo hacen esporádicamente, porque tienen cosas “más importantes” que hacer, o andan del tingo al tango, visitando iglesias diferentes cada domingo, son cristianos golondrinos. Son aquellos que dejan de congregarse en la Iglesia deliberadamente (Hb 10:25).

c) Soldados sin ejercitarse en la fe: como no vienen al Cuartel General (la Iglesia) a escuchar las instrucciones del Señor (el Comandante) para la batalla, están sin guía ni dirección (Ef 6:16).

d) Soldados a los que no les gusta la guerra: la evitan a cualquier precio, no quieren problemas ni compromisos con el Señor. Pablo dice: “Ninguno que milita…” La VP traduce: “Ningún soldado en servicio activo se enreda en los asuntos de la vida civil, porque tiene que agradar a su superior” (2 Tim 2:4). En 1 Tim 6:12 dice: “Pelea la buena batalla de la fe…” y en 2 Tim 4:7 escribe al final de sus días: “He peleado la buena batalla…”.

e) Soldados que no tienen o no usan uniforme: no les gusta identificarse como tales, son cristianos de domingo (Ef 6:11, 13).

f) Soldados sin sujeción: no quieren someterse a las órdenes de Dios y menos al pastor y líderes de la Iglesia (1 P 5:6-7).

g) Soldados sin armas: no tienen tiempo para orar y menos para leer la Biblia cotidianamente (Ef 6:17,18). Así se encuentran débiles y diezmados frente al enemigo.

Hace un momento decía que en San Pablo estamos en guerra, hay que luchar contra la apatía, la indiferencia, la falta de compromiso, las críticas, los rumores, la flojera, hay que luchar contra los malos soldados. ¡Somos soldados de Jesucristo! ¡Seamos entonces: buenos soldados de Jesucristo!

Pbro. Emmanuel Flores-Rojas, 27/04/07.


[1] Talbott, Frederick, Pensamientos de Winston Churchil sobre el valor, Panorama, México, D. F., 1999, pp. 65-66.

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