AT: Josué 5:13-15; NT: 2 Tim. 2:1-13
Introducción:
Era el 13 de mayo de 1940, hacía apenas un año que
Desarrollo:
1. Dios el guerrero:
¡El Dios de
Tanto Josué como el pueblo de Israel deben conocer su posición estratégica; cuándo Josué interroga sobre la identidad de aquél extraño, éste le responde que no es de ellos ni de los otros, porque no es que Dios esté del lado de los israelitas, sino que ellos tienen que pelear las batallas de su Dios. Desde el cielo, Dios mismo como comandante de sus ejércitos, se presencializa para conducir la batalla en la tierra. Él toma en sus propias manos las riendas de la situación. Su pueblo va a pelear pero no lo hará sólo, porque Dios los está acompañando y dirigiendo, él viene a dar órdenes precisas de lo que debe hacerse para conquistar al enemigo (Jos 6:2-5).
Por eso, es que Josué al saber la identidad de aquel ángel, se postra sobre su rostro, le adora y le pide instrucciones: “¿Qué dice mi Señor a su siervo?” (Jos 5:14b). Lo primero que le exige es santidad: “Quita el calzado de tus pies…”. Esa orden es idéntica a la que Moisés recibe frente a la zarza ardiente (Ex 3:5). Esto es así, porque “Jehová de los ejércitos” es el Dios tres veces Santo (Is 6:3).
2. Estamos en guerra:
En San Pablo estamos en guerra, sí, estamos enfrascados en una gran batalla, del cómo libremos esta guerra dependerá la sobrevivencia de nuestra amada Iglesia. En este 2008 celebraremos 25 años de la existencia de San Pablo y nos encontramos en medio de una cruenta batalla. El camino que tenemos por delante no es fácil. Debemos saber que nuestra batalla no es contra seres humanos de carne y hueso como los que enfrentaron Josué, el pueblo de Israel y David, sino contra Satanás mismo y sus huestes espirituales de maldad (Ef 6:12). La naturaleza de esta batalla es espiritual, y tiene que combatirse espiritualmente en el nombre del Dios Todopoderoso. La batalla no es entre nosotros como hermanos en San Pablo, sino en contra de Sátanas, nuestro enemigo común. Es una guerra contra los poderes de las tinieblas. Cuando David enfrenta a Goliat lo hace en el nombre del Dios Todopoderoso (1 Sm 17:45-46). ¡Está guerra sin tregua, necesita soldados como David!
3. La guerra requiere buenos soldados:
Nosotros somos soldados de Jesucristo, él es nuestro Capitán. El apóstol Pablo nos invita a sumarnos a la lucha que hay que librar contra los poderes de las tinieblas (2 Tim 2:3-4). Pablo dice: “sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo”. Nosotros como creyentes podemos escoger entre ser buenos o malos soldados, no hay términos medios. ¿Qué clase de soldados somos? A continuación daré una lista de aquellos que son malos soldados:
a) Soldados sin compañía: a los que les gusta pelear solos, son egoístas y no les importa el compañerismo, no saben que “mejor son dos que uno” (Ec 4:9).
b) Soldados que no tienen cuartel: no les agrada venir a
c) Soldados sin ejercitarse en la fe: como no vienen al Cuartel General (
d) Soldados a los que no les gusta la guerra: la evitan a cualquier precio, no quieren problemas ni compromisos con el Señor. Pablo dice: “Ninguno que milita…”
e) Soldados que no tienen o no usan uniforme: no les gusta identificarse como tales, son cristianos de domingo (Ef 6:11, 13).
f) Soldados sin sujeción: no quieren someterse a las órdenes de Dios y menos al pastor y líderes de
g) Soldados sin armas: no tienen tiempo para orar y menos para leer
Hace un momento decía que en San Pablo estamos en guerra, hay que luchar contra la apatía, la indiferencia, la falta de compromiso, las críticas, los rumores, la flojera, hay que luchar contra los malos soldados. ¡Somos soldados de Jesucristo! ¡Seamos entonces: buenos soldados de Jesucristo!
Pbro. Emmanuel Flores-Rojas, 27/04/07.
[1] Talbott, Frederick, Pensamientos de Winston Churchil sobre el valor, Panorama, México, D. F., 1999, pp. 65-66.
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