viernes, 18 de abril de 2008

CONSEJOS PARA TU JUVENTUD[1]


“Muchacho, conoce la felicidad, mientras seas joven, y toma temprano las buenas decisiones. Elige tu camino como mejor te parezca, sin olvidar que Dios te pedirá cuenta de todo. No dejes que la amargura se instale en ti, ni la enfermedad en tu cuerpo: ¡juventud y cabellos negros son traicioneros!”.

Eclesiastés 11:9-10, Biblia Latinoamericana.

Introducción:

En una ocasión un hombre dijo: “Cuando era joven deseaba y podía hacer grandes cosas a través de mi vida, sin embargo no sabía cómo hacerlas. Ahora que soy viejo sé como hacer esas grandes cosas, pero ya no tengo fuerzas para realizarlas”. La juventud es una de las etapas más hermosas de la vida; ella representa vigor, energías, sueños, oportunidades, decisiones, pero también inexperiencia. Un viejo dicho dice así: “La juventud es una enfermedad que se cura con los años”. En lo particular no coincido con la idea de que la juventud sea una enfermedad; al contrario, se podría afirmar que en la juventud se dan las etapas más importantes y decisivas de la vida de cualquier persona, y la salud es muchas veces, sinónimo de juventud.

Sin embargo, Dios no forma parte de la vida de muchos de los jóvenes actuales, se cree que la fe en Dios es asunto de o para viejos. El rey Salomón, fue uno de los hombres más sabios de la historia, él es considerado como el autor de buena parte del libro de Proverbios, y también de los libros de Eclesiastés y Cantares. Algunos dicen que las partes del libro de Proverbios de las que es autor fueron escritas durante su juventud, justo antes de alejarse de Dios. Sobre Eclesiastés, se dice que fue escrito durante la vejez de Salomón. Comparando ambas obras, se puede ver en Eclesiastés, a un hombre que después de haber probado todas las cosas habidas de su tiempo y después de haber vivido experiencias de todo tipo; habla finalmente acerca de la vanidad de la vida y de lo inútil de las riquezas. Al final del libro, “el predicador” aparta un lugar a Dios, mencionando el papel que debió tener Dios en su vida y dando consejos a la juventud inexperta sobre cómo vivir vidas felices de la mano de su creador. Salomón nos habla de aspectos importantísimos para nuestra felicidad como jóvenes. He aquí cuatro consejos para los jóvenes:

I. Dios quiere tu felicidad como joven. “Alégrate, joven, en tu juventud; deja que tu corazón disfrute de la adolescencia” (11:9a, NVI).

La Biblia Latinoamérica traduce mejor esta idea, cuando dice: “Muchacho, conoce la felicidad, mientras seas joven, y toma temprano las buenas decisiones” (11:9a). Según está idea -que también traduce bien la Biblia Reina-Valera: “Alégrate, joven, en tu juventud...”- el joven debe buscar la felicidad durante su juventud, pues son momentos decisivos en los que puede disfrutar mejor la vida. El gran predicador inglés, Thomas Chalmers dijo una vez: “Los principales componentes de la felicidad son: Tener algo que hacer, alguien a quien amar y una esperanza”.

En otras palabras, la clave de la felicidad en la vida es un propósito claramente definido para vivirla. Y es precisamente durante la juventud, que se dan las mejores oportunidades para fijarse la razón de la vida y la meta de toda la existencia; pues se poseen elementos importantes y uno de ellos son las energías para lograrlas. Alguien dijo que el motor de nuestra vida es tener un motivo para vivirla, Dios quiere que vivamos vidas felices; es decir, quiere que nuestra vida sirva de algo y a alguien. Qué triste sería la existencia al vivir sólo por vivir, y sin metas que lograr, sin objetivos que llevar a cabo, sin sueños que alcanzar. Una encuesta en los EEUU dice que sólo el 3% de las personas tienen bien definida su razón de vivir. Como jóvenes debemos entender que Dios tiene un propósito para nuestra vida y éste es que le conozcamos, le amemos y le sirvamos, recordando las palabras de Dios que nos invitan diciendo: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos...” (12:1a), antes que se presenten los tiempos difíciles. Recuerden jóvenes, Dios quiere alegrar nuestra juventud, y darle sentido a nuestra existencia. Él quiere ser la razón de ser de nuestras vidas. Así podrás decir parafraseando al salmista: “Subiré hacia Dios, que alegra mi juventud.”

II. Considera a Dios en todos tus caminos. “Elige tu camino como mejor te parezca, sin olvidar que Dios te pedirá cuenta de todo” (11:9b).

Hace 20 años en los Estados Unidos -bueno, eso me contaron, porque para entonces, ni tú ni yo habíamos nacido-, dicen que había un programa de televisión en que las parejas de concursantes trataban de encontrar la salida de un laberinto a fin de ganar el premio de sus sueños. Uno de los dos concursantes se colocaba en el lugar más alto donde se dominaba todo el laberinto, y le gritaba instrucciones a su pareja que corría serpenteando por una serie de paredes, puertas y pasajes secretos. Como es de esperarse, el que gritaba las instrucciones podía ver sin impedimentos todo el laberinto; su parte era determinar el mejor camino a lo largo del laberinto y comunicárselo al otro en voz alta y con rapidez. Lo emocionante y divertido del juego, para los televidentes, era ver la confusión y frustración del corredor que trataba de captar las indicaciones, pero no tiene nada divertido estar atrapado en un laberinto.

Así se encuentran muchos jovencitos que están viviendo actualmente, al encontrarse en un laberinto de oportunidades –pero sin dirección y confundidos-, tratando de comprender los muchísimos mensajes que cada día escuchan de sus profesores, de figuras políticas, de la televisión, de sus padres, y sobre todo, de sus amigos. Todos ellos, de una forma u otra, tratan o buscan dirigir la vida de los jóvenes. Sin embargo, no todas las oportunidades que se presentan en nuestra vida son buenas. Hay que preguntarnos ¿cuáles son verdaderas? ¿Qué camino debemos tomar? ¿Cómo podemos encontrar una salida en medio de toda esta confusión?

Las respuestas pueden variar de acuerdo a la mentalidad, cultura, época o circunstancias de las personas. Sin embargo, Dios sigue siendo la mejor de las opciones para que un joven encuentre el mejor camino para su vida. Jesucristo sigue siendo por excelencia la puerta hacía la verdadera felicidad. Dios trasciende el tiempo, la moral humana y cualquier circunstancia. Por eso, la Biblia dice sabiamente: “Fíate de Dios de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia, reconócelo (tenlo presente) en todos tus caminos y él enderezará tus veredas” (Proverbios 3:5ss).

III. Desecha la amargura y el enojo. “No dejes que la amargura se instale en ti,...” (11:10).

Durante esta etapa de tu vida, muchos adolescentes no saben los cambios que están ocurriendo en sus vidas. Son personas inconstantes en sus emociones, el enojo es un elemento común en la gran mayoría de ellos, su enojo obedece a su despertar a un mundo que no concuerda con ellos y buscan cambiarlo con sus acciones y actitudes. El enojo viene como resultado de que sus esfuerzos son casi inútiles, pues todo sigue casi igual. La amargura es una consecuencia de un enojo no resuelto o no manejado adecuadamente, de ahí que Dios invite al joven a desechar el enojo de su vida, pues él sabe que si este no se maneja bien puede acarrear a algo muy dañino como es la amargura. La amargura puede surgir como consecuencia de un familiar que nos lastima, un amigo que nos traiciona, una falsa acusación, una infidelidad de nuestra pareja, etc. Las causas pueden ser muchas, pero la gran mayoría tiene que ver con cosas injustas y en ocasiones fuera de nuestro control. La amargura también es algo que se contagia e invade el corazón hasta hundirlo y contagiar a los que nos rodean. Una persona con amargura es esclava de ese sentimiento negativo y por eso es que necesita libertad. La libertad que sólo Dios puede darnos a través de Jesucristo. La Palabra nos invita a desechar la amargura y el enojo. Ella dice: “quita de tu corazón el enojo, y aparta de tu carne el mal” (11:10, RV). Así que el mejor remedio contra la amargura es el perdón, la palabra hebrea quiere decir liberar, por eso la versión popular dice: “echa fuera de ti el sufrimiento”. ¡Que maravilla, mientras la amargura se aferra a la ofensa, el perdón se aferra a la libertad, la libertad de los hijos de Dios! (Rm 8:21ss). El perdón es una actitud en la que honestamente reconocemos la ofensa y ella se hace a un lado, nos hace recordar que a nosotros mismos también nos perdona Dios. Él nos perdonó cuando no lo merecíamos y no nos perdona por lo que hagamos o dejemos de hacer, sino por amor a sí mismo, por pura gracia.

IV. Desecha la enfermedad y el sufrimiento. “[No dejes que] la enfermedad [se instale] en tu cuerpo: ¡juventud y cabellos negros son traicioneros!” (11:10b).[2]

La OMS define a la enfermedad como la ausencia de la salud y a ésta, como ausencia de enfermedad. Es muy simple esta definición, y quizá más de un médico ya esté rezongando ahora mismo; pero, para efectos de nuestro sermón nos quedaremos con ella. La aparición de cualquier fenómeno que altere nuestra salud debe ser considerado con mucho cuidado. Sin embargo, durante la juventud, la enfermedad no juega un papel decisivo en la mayoría de las personas jóvenes, es más, los cuidados para mantener nuestra salud son escasos o nulos, pues consideramos que siempre mantendremos este vigor y salud, sin darnos cuenta que la juventud es pasajera.

Existen muchas formas de enfermarse, pero sólo un elemento se encuentra en casi todas las enfermedades: el propio descuido. Por descuido, se dan la mayoría de las veces las enfermedades de transmisión sexual, -ya sé que estarán pensando que se dan porque no usaron condón o preservativo, pero aquí debemos hacer énfasis de que para Dios, “condon o sin don, es fornicación-. La drogadicción, el tabaquismo, el alcoholismo, y los problemas nerviosos (la OMS en Ginebra dijo que los problemas mentales han aumentado en jóvenes en México), son enfermedades o problemas que se originan durante la juventud. Cuando avanzan los años vemos los resultados del descuido en nuestros cuerpos, por ejemplo, infartos por excesivo consumo de grasas, diabetes por alto consumo de azúcares, etc. Y todas estas situaciones acarrean sufrimiento y dolor. No es éste el plan de Dios que vivamos así; Él quiere que sea en la etapa de nuestra juventud cuando tomemos ciertas decisiones de suma importancia y que pueden cambiar nuestro nivel de vida de sufrimiento y enfermedad a uno de calidad y felicidad.

Conclusión:

En la catedral de San Patricio en Nueva York, se encontró el cuerpo muerto de un mendigo, pero en el interior de sus bolsillos se encontraron estados de cuenta bancarios con suficiente dinero para solventar las necesidades de ese hombre para toda su vida. Se habló mucho del mendigo millonario, nadie supo porque no hizo uso de esos recursos para vivir mejor. De la misma forma, muchos seres humanos viven mendigando en la vida y viviendo como este hombre, cuando en su interior, Dios ha colocado los recursos necesarios para vivir una vida feliz y plena. Dios en su infinita misericordia se ha revelado a todos en la persona de Jesucristo y en él, Dios nos da todas las cosas para encontrar la verdadera felicidad. Joven acércate a Jesús y él hará en ti una vida maravillosa. Él dice en su palabra, “...yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn 10:10). ¿Quieres plenitud de vida para ti? Acércate a Jesús, él es “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14:6). Amén.


Pbro. Emmanuel Flores-Rojas.

Cuernavaca, Morelos, 19/04/08.


[1] El presente sermón, no lo preparé yo completamente, sin embargo me pareció interesante y por eso lo comparto con ustedes, con leves modificaciones que me parecieron pertinentes. El autor es el pastor Gerardo González Cruz.

[2] La Biblia de nuestro pueblo dice: “Rechaza las penas del corazón y aleja los dolores del cuerpo: niñez y juventud son efímeras” (11:10).

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