sábado, 6 de diciembre de 2008

"OISTÉIS QUE FUE DICHO"

Mateo 5:38-48
Introducción:
Estamos celebrando el Segundo Domingo de Adviento con énfasis en la Paz, el tema general de esta celebración de Adviento es LA PAZ: IMAGÍNALA. Este segundo domingo de adviento, es una invitación a vislumbrar la paz, todo el culto ha estado centrado en este importante tópico. Nuestro mundo está sumido en el odio y el caos, una mirada a nuestro amado México, nos muestra cómo el narcotráfico y la delincuencia se han recrudecido. La venganza también es institucional, la violencia proviene del propio Estado que viola el derecho a la vida, al apostar por la pena de muerte. ¿Qué podemos hacer como Iglesia? ¿Únicamente debemos orar? Veamos qué nos dice la Biblia.

Desarrollo:
El Evangelio leído hoy nos invita a reflexionar en torno a la Paz. Cuando vemos el ministerio profético de Jesús el Cristo, nos damos cuenta que el tema de la paz ocupa un lugar fundamental en su mensaje de amor y de gracia. La porción bíblica de Mt 5:38-49, tiene como marco mayúsculo El Sermón del Monte o de la Montaña como prefieren llamarlo algunos (capítulos 5-7). En una de las Bienaventuranzas, Jesús dice: “Dichosos los que trabajan por la paz, porque Dios los llamará hijos suyos” (Mt 5:9). Como hijos e hijas de Dios debemos trabajar por la paz, siguiendo el ejemplo del Príncipe de la Paz, el Señor Jesucristo.
Si hemos de trabajar por la paz, eso significa empezar por usar un lenguaje no-violento. La semana pasada, critiqué abiertamente el uso del lenguaje belicoso que muchas veces usamos en la iglesia. Hablamos, por ejemplo, de la ‘guerra espiritual’, ‘bajo fuego enemigo’, etc. Como todos sabemos, el origen de las contiendas, las envidias, y el conflicto entre los seres humanos está en el pecado. Así tenemos que Lamec, descendiente de Caín, lleva a cabo una venganza descomunal y desproporcionada, según lo narrado en Génesis: “23Un día, Lámec les dijo a sus esposas Adá y Silá: “Escuchen bien lo que les digo: he matado a un hombre por herirme, a un muchacho por golpearme. 24Si a Caín lo vengarán siete veces, a mí tendrán que vengarme setenta y siete veces” (Gn 4:23-24).

Frente a quien nos ha ofendido o hecho daño, el mundo y nuestra naturaleza pecaminosa pide y reclama venganza, pero la venganza no hace sino agravar las cosas. La venganza no soluciona nada. De ahí que el llamado de Jesús sea a buscar el amor y el perdón. Jesús se coloca como maestro de la palabra que reinterpreta las viejas enseñanzas de Moisés y las ilumina bajo la luz del Evangelio, de la buena noticia de parte de Dios.

Jesús introduce su nueva enseñanza, oponiéndola a la vieja tradición, diciendo: “Oísteis que fue dicho”, pero ante ello, propone la nueva palabra: “Pero yo os digo”. En esta sección, todas las enseñanzas de Jesús son contrarias a la vieja manera de relacionarse y de responder a una agresión. Bajo Jesucristo, las cosas cambian radicalmente, Jesús convierte su enseñanza en una antítesis de la antigua manera de proceder. Jesús nos llama a actuar en un sentido contrario al que actúa el resto de la gente, quizá hasta en contra de lo que dicta la lógica humana. Su llamada es pertinente frente a tantos deseos de venganza: 38“Ustedes han oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente.’ 39Pero yo les digo: No resistas al que te haga algún mal…”

Jesús no pone límites a la venganza como establecía la ley del talión, de hecho, la elimina por completo. ¡Eso es inaudito! Ningún otro maestro antes de él, había propuesto cosas como esa. Bajo la nueva perspectiva del Evangelio, Jesús anuncia la exigencia ilimitada del amor incondicional hacia el prójimo. Una de las características propias de los discípulos de Jesús, es el perdón incondicional. Ahí, en la no-venganza, manifestamos nuestro seguimiento a Jesús de una forma fehaciente.

Pero Jesús no sólo nos llama a la inacción, al no-ejercicio de la violencia y la venganza, sino sobre todo, nos invita al ejercicio del amor. Sí, el amor hacia el enemigo incluso: 43“También han oído que se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.’ 44Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen –dice Jesús- (Mt 5:43-44). “No sólo se trata de una no violencia pasiva: –‘no opongan resistencia al que les hace el mal’ (39)-, sino activa: ‘Pero yo les digo: amen a sus enemigos…’” (Notas de La Biblia de nuestro pueblo). Jesús opone a la ley del talión, la ley evangélica del amor sin condiciones, tal y como es el amor del Padre: “Así ustedes serán hijos de su Padre que está en el cielo; pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos” (v. 45).

Conclusión:
Sólo empapándonos del amor de Dios evitaremos la violencia y la venganza y podremos amar incluso a nuestros enemigos, estableciendo así, la paz de Dios.

Se cuenta una historia acerca de un viajero que recorría las selvas de Burma con un guía. Llegaron a un río ancho y poco profundo, y lo vadearon hasta el otro lado. Cuando el viajero salió del río, muchas sanguijuelas se le habían prendido del torso y las piernas. Su primer instinto fue agarrarlas y quitárselas, pero el guía lo detuvo, advirtiéndole que si se arrancaba las sanguijuelas, éstas dejarían pedazos finísimos bajo la piel que luego le producirían infecciones.
La mejor manera de quitarse las sanguijuelas del cuerpo, aconsejó el guía, era bañarse en un bálsamo tibio por algunos minutos. El bálsamo penetraría en las sanguijuelas y éstas se soltarían del cuerpo del hombre.
Cuando una persona nos ha herido en gran manera, no podemos arrancarnos la ofensa, esperando que se vaya toda amargura, rencor y sentimiento[s negativos]. El resentimiento aún se esconde bajo la superficie, la única manera de llegar a ser verdaderamente libre de la ofensa, y perdonar a otros, es empaparse uno en el baño tranquilizador del perdón que Dios ofrece. Cuando uno por fin comprende la amplitud del amor de Dios en Jesucristo, el perdón a otros fluye de forma natural.[1] ¡Descansa en el Señor! Shalom. Amén.

Rev. Emmanuel Flores-Rojas; INP “San Pablo”, 07/12/07.

[1] Ilustraciones perfectas¸Unilit, Miami, 2004, p. 238.

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