miércoles, 24 de diciembre de 2008

NAVIDAD: INVASIÓN Y MIGRACIÓN DIVINA

Ésta es una Navidad especial porque todos esperamos un año peor y la “esperanza” hoy está desacreditada.

Marco Rascón.[1]

Introducción:

Las Navidades, con el consiguiente fin de año y sus saldos, hacen florecer
nuestro apego al existencialismo, donde somos con nuestros actos los
constructores de nuestro destino. Confundiendo la obra individual con el
acontecer colectivo, hemos sembrado una realidad sombría, donde lo racional está
ligado a la crisis, la catástrofe, el escepticismo, la espera de algo que
destruya toda la tristeza que hemos construido, juntos y por separado. (…)

¡Qué Navidad! Con una agonía de siete días de administración del
pesimismo, esperando las catástrofes del año próximo, sus cifras de muerte, sus
investigaciones policiales, los discursos, decapitados, los nuevos escándalos,
la competencia electoral en los televisores, las llamadas de los bancos a que
les pagues, el desempleo, los embotellamientos, los incendios, las inundaciones,
los frentes y coaliciones, los zapatos en el aire, los accidentes y sus
peritajes, la abundancia de mentiras y la competencia sobre quién es peor.

¿Cómo será la próxima Navidad? Ojalá nos regalemos algo distinto.[2]



Así es como Marco Rascón, columnista de La Jornada, describe esta Navidad, como el fin de un mal año que está agonizando y el preludio de un año nuevo que podría ser mucho peor. “La ‘esperanza’ hoy está desacreditada” –dice-. ¿Pero es esta la Navidad cristiana que nosotros celebramos esta noche santa?

Desarrollo:

La Navidad como invasión divina

No. Nuestra Navidad es distinta. En la Navidad cristiana (porque hay una navidad no-cristiana donde Cristo está ausente, pero en cambio, está presente toda la parafernalia de la sociedad consumista) nosotros los creyentes, celebramos la vida plena y la esperanza en Cristo. La Navidad –apócope o contracción de Natividad (del lat. Nativitas, =generación o nacimiento)- representa la “invasión divina” en lo ‘natural’ o humano. Sí, Dios ha invadido al hombre en el “acontecimiento Cristo” (Cullman); pero esa invasión y rebajamiento divino, subsume y eleva lo humano al rango divino en Jesucristo, el Dios-Hombre. En Navidad, Jesucristo nos ha dado un lugar en el cielo junto a Él, como dice el apóstol Pablo, el Padre: “nos hizo sentar en los lugares celestiales en Cristo Jesús” (Ef 2:6). Pero también, en Navidad, Jesucristo nos ha hecho partícipes de la “naturaleza divina” como dice el apóstol Pedro (2 P 1:4). Esa invasión divina en lo humano es algo nuevo, y por ello, inesperado y sorprendente, de ahí que Lucas lo mencione así:

“De pronto, un ángel de Dios se les apareció, y la gloria de Dios brilló alrededor de ellos” (v. 9).

Este es el momento de la primera invasión de lo divino, no es la “invasión divina” misma, sino de lo divino, porque aparece el mensajero divino solamente: “un ángel de Dios”. ¡Sí, un ángel, pero de Dios! Él, como heraldo de Dios, trae la gloria brillante de Dios sobre sí y la despliega sobre aquellos pastores temerosos; pero la única “invasión divina” es la de Jesucristo, el Hombre-Dios. Mateo (1:21-23) al igual que Lucas, habla de aquella invasión divina, traduciendo así, aquel acontecimiento sin igual:

21María tendrá un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Se llamará así porque salvará a su pueblo de sus pecados.” 22Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta:

23“La virgen quedará encinta y tendrá un hijo, al que pondrán por nombre Emanuel” (que significa: “Dios con nosotros”).



La Navidad como emigración divina

La palabra natividad tiene la misma raíz latina que “nativo” y “natural”. En el nacimiento de Jesús el Cristo, Dios se hizo un nativo del mundo humano; Dios emigró al mundo en Jesucristo, naturalizándose como verdadero ser humano. Así lo dice el apóstol Juan: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14, RVR-60). ¿Qué aconteció realmente en la Navidad? Nació un emigrante. Dios en Jesucristo emigró al mundo, puso su tienda de campaña entre nosotros, “habitó en medio de nosotros”, vivió como uno de nosotros; en Navidad Cristo Jesús “6…siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo…”, así lo dice el hermoso himno cristológico de Filipenses 2:1ss.

En Navidad nació el emigrante celestial que “invadió” la esfera de lo humano: Cristo el Señor, ese es el mensaje central de la Navidad cristiana. El ángel anuncia en la noche, cuya oscuridad es iluminada por la gloria de Dios, que ha nacido el Salvador. Ese nacimiento es nada menos que la irrupción más grande de Dios en la historia de la humanidad. Los ángeles anuncian el nacimiento de Jesús en el pueblo de David, Belén. Belén (apócope o contracción de la palabra hebrea Bethlejem) significa “casa de pan”. Ahí, en ese pueblo de panaderos, es que nace el Hijo eterno de Dios. Ese es un nacimiento sin igual, porque Dios entra en la historia humana por medio de un pequeño niño, nacido en la oscuridad de la noche.

La gloria del Señor brilla alrededor de esos pastores (Lc 2:9), y los ángeles cantan diciendo: “¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Paz en la tierra entre los hombres que gozan de su favor!” (Lc 2:14, DHH). ¡La gloria de Dios es el hombre vivo! Hoy en Navidad podemos decir con júbilo: ¡Jesús es Emmanuel! Dios está con nosotros, ¡nosotros los seres humanos gozamos de su favor!, y porque Dios es con nosotros, podemos enfrentar el futuro con esperanza, cualquiera que ese sea. ¡Aleluya! ¡Amén! ¡Gloria a Dios en el cielo, y paz en la tierra para todos los que Dios ama! (Lc 2:14, TLA).

Conclusión

La Navidad es alegría, Dios nos ha regalado una Navidad especial y distinta, dándonos esperanza y destruyendo “toda la tristeza que hemos construido, juntos y por separado”. Vayamos, regresemos a casa con la certeza de que lo ocurrido hace cerca de 2000 mil años en Belén de Palestina, sigue impulsando a la humanidad y dirigiendo la historia humana hacia su meta final. ¡Porque Jesús nació hace 2000 años invadiendo la esfera humana y emigrando del cielo a la tierra como un hombre de carne y hueso, nosotros sí tenemos futuro! Vayamos como aquellos humildes pastores que por el “acontecimiento Cristo”, pasaron del temor humano a la alegría divina: “Los pastores, por su parte, regresaron dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían visto y oído, pues todo sucedió como se les había dicho” (Lc 2:20, DHH).

Pbro. Emmanuel Flores-Rojas,

INP “San Pablo”, Navidad 2008.



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[1] “La Navidad que nos regalamos”, La Jornada, 23 de diciembre de 2008, p. 14.

[2] Idem. El subrayado es mío.

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