sábado, 7 de junio de 2008

EL HOGAR, IGLESIA DOMÉSTICA


Pbro. Emmanuel Flores-Rojas.

Winston Churchil dijo hace 100 años, en 1908 lo siguiente: “Construyamos con inteligencia, construyamos con seguridad, construyamos con lealtad, construyamos no para el momento, sino para los años por venir y, por ende, para establecer aquí abajo lo que esperamos encontrar allá arriba –una casa de muchos aposentos, donde haya lugar para todos”.1

“Construyamos con inteligencia” decía Churchil, quizá no me equivoque, pero ese es el pensamiento que a lo largo de la vida ha dirigido el obrar del hermano Alejandro Casasola y el de su esposa; él me dice constantemente: “Emmanuel: hay que pensar para hacer las cosas, no hacer las cosas para pensar”. A eso llamo yo inteligencia, y más que inteligencia, sabiduría; la sabiduría que da la vida, el tiempo, las experiencias. Pero sobre todo, la sabiduría que da la Biblia, el Libro de Dios. En ese sentido, la mejor “guía” que uno puede obtener para construir un hogar no para el momento sino permanente y para el porvenir, es la Biblia. Sé que ella ha sido el centro del ser y quehacer del matrimonio Casasola López. Veamos entonces, qué consejos nos brinda La Palabra.

En primer lugar, La Biblia dice que si Dios no edifica la casa (=familia) en vano trabajan los que la edifican (Sal 127:1). Para construir una familia, se necesita la ayuda y bendición de Dios, de lo contrario se estará trabajando en vano. Ya lo he dicho en otras ocasiones, la familia cristiana es la iglesia doméstica. La Palabra de Dios nos enseña que la piedra principal de la Iglesia es Cristo, lo mismo aplica para la iglesia doméstica. Así, sólo las familias que tienen como centro de su existencia a Jesucristo, pueden permanecer en pie. Jesús así lo dijo: “Una casa dividida contra sí misma no puede permanecer” (Mc 3:25). Cristo tuvo que ser el centro de este matrimonio que ustedes tienen delante, para que haya permanecido tantos años incólume.

Esto es importantísimo para las nuevas generaciones. Muchos dicen: bah, eso funcionaba antes, pero hoy ya no aplica. Mucho jóvenes piensan: “puedo casarme con quien quiera con tal que me ame”. Sí, el amor es importante; pero más importante que el amor entre pareja, es el amor que como pareja tengan a Jesús, centro de la existencia familiar. Una familia dividida en cuanto a la fe, no puede permanecer de pie. El apóstol Pablo lo enseñó en los siguientes términos. Hablando de la mujer dice: “que se case” (1 Co 7:36c); ella (igual que el varón) tiene libertad para escoger con quien casarse: “libre es para casarse con quien quiera” –dice el apóstol-, pero pone una condición: “con tal que sea en el Señor”. La unidad de la fe en el Señor Jesucristo es primordial para el éxito de un matrimonio hoy, tanto como ayer. Evitemos el fracaso matrimonial, teniendo como centro de la existencia matrimonial a Jesús. Jóvenes y señoritas, hagan caso a la recomendación de su abuelito: “hay que pensar para hacer las cosas, y no hacer las cosas para pensar”.

“Construyamos con seguridad” pedía también Churchil. Pues bien, en segundo lugar, quiero hacer notar que para construir una familia con seguridad, se tiene que apelar a la bendición y protección de Dios. Y en la edificación o construcción de una familia, intervienen dos; siempre es la pareja bendecida por Dios, la que puede edificar con seguridad. Por ello es que para construir una familia, también la inteligencia de la esposa cuenta, y mucho; Proverbios 14:1, así lo dice: “La mujer sabia edifica su casa…”. La palabra matrimonio, viene de la unión de dos palabras latinas: matriz y mundi, literalmente: oficio de madre. Ese ha sido el alto honor que ha desempeñado su mamá en estos 60 años de matrimonio. El “oficio de madre”, para ello no sólo ha contado con el apoyo de su fiel esposo, sino también de una sabiduría sin igual. No creo equivocarme, cuando afirmo que la decisión más sabía que esta mujer de Dios tomó un buen día, fue cuando con palabras similares a las que Rut dirigió a su suegra Nohemí; un día, nuestra hermana Toyita dijo a su esposo: “Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios, mi Dios” (Rut 1:16). Aquí están los dos ingredientes para un matrimonio para toda la vida, para un matrimonio próspero.

Aquí delante de nosotros, tenemos a un matrimonio que ha llegado felizmente a su 60 aniversario, porque ellos han sido sabios e inteligentes. Ellos supieron muy temprano que sólo tomados de la mano de Dios podrían edificar y construir una sólida familia, una familia cristiana. Ellos convirtieron su hogar en una iglesia doméstica. Josué casi al final de sus días le dijo al pueblo de Israel: “… yo y mi casa serviremos a Jehová” (Jos 24:15). Ese ha sido el deseo de este hermoso matrimonio, hoy ellos pueden decir como Josué: “Nosotros y nuestra familia serviremos al Señor”.

Para formar matrimonios tan sólidos como este que tenemos delante de nosotros, se necesita de la bendición de Dios. Nosotros unidos a ellos, damos gracias a Dios por la gracia tan grande con la que el Señor Jesús con la asistencia de su Espíritu, les ha dotado. Dios les bendiga.

INP “San Pablo”

06-06-08

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