sábado, 31 de mayo de 2008

JESÚS, MODELO DE MASCULINIDAD

Rut 3; Efesios 5:21-33

Me gustas cuando callas porque estás como ausente…

Pablo Neruda

Es de todos conocido que Jesús nunca estuvo casado, fue célibe, pero si hubiera estado casado no hubiera tenido nada de malo, porque el matrimonio es una institución sagrada establecida por Dios. Aunque Jesús nunca se casó, es sin embargo, el ejemplo supremo de masculinidad. Si alguien puede ser un ejemplo para los hombres de cómo tratar a una mujer, ese es Jesús. ¡Jesús sería el esposo perfecto!

De hecho, Jesús es el esposo perfecto, su esposa es la Iglesia. Y justamente en su Iglesia, se ha dado una lectura patológica y enfermiza de la Biblia, para someter al silencio y a veces también al olvido a las mujeres. Cuando callan están como ausentes, entre menos hablen en la Iglesia es mejor. Muchas veces a las mujeres ni las vemos ni las oímos. Pero Jesús las ve y las escucha, él les da la palabra a las mujeres, se la dio a la suegra de Pedro sanándola, se la dio a la mujer con flujo de sangre defendiéndola, se la dio a la mujer samaritana dialogando con ella, se la dio a María Magdalena nombrándola la apóstola a los apóstoles. Jesús rompe los paradigmas y los estereotipos de su tiempo y ubica a la mujer en la misma condición que al hombre. Jesús no le tiene miedo a las mujeres, al contrario, no le importa juntarse con ellas; las aprecia comisionándolas y asociándolas en la proclamación de su Palabra.

Un texto preferido por los esposos es el de Efesios 5:22-24, porque a través de una lectura sesgada de él, se ha sometido muchas veces a las mujeres. En esos versículos Pablo dice: mujeres, sujétense a sus maridos. “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos…” (v. 22).[1] Este es el versículo favorito de los maridos. ¿Verdad que sí? Pero ¿qué significa esa palabra que se tradujo como “sujeción”? Sujeción aquí es entrega total, más aún, es sujeción mutua en Cristo; el versículo 21 así lo dice: “Someteos unos a otros…”. Ésta es una sujeción mutua y voluntaria que es nacida del amor, el amor como la base de todas las relaciones familiares y domésticas (cfr., Mc 10:44; Gal 5:13). Esposo ¿quieres ser el primero? Entonces tienes que ser siervo, siervo por amor a tu esposa, siervo por amor a tus hijos, “siervo por amor a Jesús” (2 Co 4:5).

Las feministas que han malinterpretado a San Pablo, dicen que él era un vulgar misógino. Pero Pablo continúa diciendo: “el marido es cabeza de la mujer”; como pastor he escuchado a más de un marido que le dice a su esposa, “como yo soy tu marido y soy tu cabeza, entonces aquí yo soy el que manda, aquí yo soy el que decide, el que ordena, el que piensa”. Pero Pablo añade: “así como Cristo es cabeza de la Iglesia”. Fíjese que la relación de Cristo con la Iglesia se presenta como modelo de la relación entre los esposos. De ahí que Pablo, en el versículo 32 diga: “Ese símbolo es magnífico, y yo lo aplico a Cristo y la Iglesia” (Biblia del Peregrino). Sigamos el argumento.

Pablo le dedica a la cuestión de las mujeres tan sólo 3 versículos, pero a la de los varones dedica 9 versículos. De hecho, Pablo explica el significado de lo que representa ser “cabeza”. El apóstol llama a amar a la mujer, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella. La masculinidad o virilidad, según la comprende Pablo, es una masculinidad de entrega toral, de servicio total. Lo que Pablo enseña aquí tiene un significado tremendo para la vida matrimonial, y por extensión familiar.

En el matrimonio cristiano y siguiendo el ejemplo de Cristo con su Iglesia, los varones debemos perseguir una masculinidad de donación, dejando la masculinidad de dominación. Cristo se dio, se entrego completamente por su Esposa, su Iglesia. Él no somete a golpes a su Iglesia, él no la maltrata ni le grita, no usa la violencia para sujetarla, porque ella es su Cuerpo. Pablo anuncia a los esposos de Éfeso, que ellos “deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos” (v. 28). “28bQuien ama a su mujer se ama a sí mismo; 29nadie aborrece a su propio cuerpo, más bien lo alimenta y cuida: así hace Cristo por la Iglesia, 30por nosotros, que somos los miembros de su cuerpo. 31Por eso abandonará el hombre...” (Biblia del Peregrino). Note que la Palabra pide “abandono” al hombre, no a la mujer. Varón de Dios, ¿qué te pide el Señor abandonar hoy? ¿Qué es lo que debes abandonar por tu esposa? ¡Cristo se abandonó por su Iglesia!

Todo lo que Pablo dice sobre las relaciones familiares es importantísimo, porque la familia cristiana es la “Iglesia doméstica”. ¿Cristo se encuentra presente en el centro de nuestras familias? La Iglesia doméstica está formada por el matrimonio y los hijos, en la Iglesia doméstica al igual que en la Iglesia general, Cristo debe presidir. Tú como varón hermano, eres un pastor para tu familia, eres un sacerdote para tu esposa y tus hijos. Como esposo y padre de familia, eres el animador litúrgico que lleva a su esposa e hijos a un encuentro “familiar” con Jesucristo. Como esposo cristiano, deberías decirle a tu esposa: “Mi existencia la entiendo como una vida de servicio y abandono para que tú seas la mujer de Dios, para que yo sea para ti el “hombre de Dios”. La meta de mi vida como esposo es elevarte a la condición de igualdad conmigo”. Hermano, como marido cristiano, tú debes amar y tratar a tu esposa como si ella estuviera casada con Cristo. Hazlo así, para que ella pueda decir: “Yo me casé con Jesús, porque él, -mi marido- me ama como Jesús ama a su Iglesia”. Amén.

Pbro. Emmanuel Flores-Rojas,

INP “San Pablo"

01 de junio 2008



[1] Una lectura alterna que nos proporciona la Biblia del Peregrino dice así: “Las mujeres deben respetar a los maridos como al Señor”. En esta traducción, la connotación no es la de sometimiento sino la de reconocimiento.

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