sábado, 28 de noviembre de 2009

VENDRÁ... CON PODER Y GRAN GLORIA






Jeremías 33:14-16;

1 Tesalonicenses 3:9-13;

Lucas 21:25-36







Pbro. Emmanuel Flores-Rojas




Introducción







Poema de Rabindranath Tagore




¿No oíste sus pasos silenciosos?




¿No oíste sus pasos silenciosos?




El viene, viene, viene siempre.




En cada instante y en cada edad,




Todos los días y todas las noches.




Él viene, viene, viene siempre.




He cantado muchas canciones y de mil maneras,




Pero siempre decían sus notas:




“El viene, viene, viene siempre”.




En los días fragantes del soleado abril,




por la vereda del bosque,




Él viene, viene, viene siempre.




En la oscuridad angustiosa de las noches de julio,




Sobre el carro atronador de las nubes,




Él viene, viene, viene siempre.




De pena en pena mía,




Son sus pasos los que oprimen mi corazón,




Y el dorado roce de sus pies.




Es lo que hace brillar mi alegría




Porque Él viene, viene, viene siempre







Desarrollo




¡El viene siempre! ¡Porque vino ayer, porque vino hoy y porque vendrá mañana, es que hoy tenemos esperanza! Sí ¡Tenemos esperanza! Ese es el mensaje del primer Domingo de Adviento. Ese fue el mensaje profético de Jeremías a una nación destruida y desanimada, este es el mensaje para nosotros también:




6 Yo les traeré sanidad y medicina; los curaré y les revelaré abundancia de paz y de verdad. 7 Haré volver los cautivos de Judá y los cautivos de Israel, y los restableceré como al principio. 8 Los limpiaré de toda su maldad con que pecaron contra mí, y perdonaré todas sus iniquidades con que contra mí pecaron y contra mí se rebelaron. 9 Esta ciudad me será por nombre de gozo, de alabanza y de gloria entre todas las naciones de la tierra, cuando oigan todo el bien que yo les hago. Temerán y temblarán por todo el bien y toda la paz que yo les daré. (Jr 33:6-9).







Dios a través del profeta Jeremías proclamó sanidad y restauración para los pueblos de Israel y de Judá. Esa promesa de sanidad también es para nosotros, porque la fe en Jesucristo incluye la salud corporal tanto como la salvación física, en el español antiguo salud y salvación eran sinónimos ya que provenían de la misma raíz latina (salutis).







El Señor confirmó nuevamente sus promesas maravillosas a los reinos de Israel y de Juda: “14 »He aquí vienen días, dice Jehová, en que yo confirmaré la buena palabra que he hablado a la casa de Israel y a la casa de Judá” (33:14). Dios tuvo que desarraigar y destruir de su pueblo aquellas cosas que no servían a sus buenos propósitos (Jr 1:10 y 33:4-5; cfr., Os 6); pero prometió que haría “brotar a David un Renuevo justo, que actuará conforme al derecho y la justicia en la tierra” (33:15). Ese Renuevo sería Jesucristo, el cual se sentaría en el trono de David, su padre (Lc 1:32-33).




Jeremías es una de las descollantes figuras del Antiguo Testamento, dado lo im­presionante y vívido de su experiencia y mensaje. En las atinadas palabras de N. Füglister : “... Jeremías no sólo anunció de antemano una alianza nueva, sino que hizo mucho más: presentó por adelantado, como un nuevo Moisés, y sin saberlo, a través de su vida y sufrimientos proféticos, al futuro mediador de esta alianza: a Jesús que, como profeta doliente y mayor que Moisés, fue tenido por algunos de sus contemporáneos, y no enteramente sin razón, como un Jeremías reaparecido (cf. Mt. 16,14)”[1]







Frente a toda clase de injusticias, el Señor en su Reino mesiánico instauraría su justicia eterna, por medio de Jesús, el hijo de David (Lc 4:16ss). En el mensaje profético de Jeremías, la Primera Venida de Jesús era futura, pero bien segura. Jesús –como profetizó Jeremías- trajo con él la justicia eterna de Dios a la tierra:




El Espíritu del Señor está sobre mí,




porque me ha consagrado




para llevar a los pobres




la buena noticia de la salvación;




me ha enviado a anunciar




la libertad a los presos




y dar vista a los ciegos;




a liberar a los oprimidos




y a proclamar un año en el que




el Señor concederá su gracia. (Lc 4:18-19, BTI).







Jesús vino a “sanar a los quebrantados de corazón” (Lc 4:18c, RV-60) entre los que se encontraban los “pobres, presos, ciegos y oprimidos”. Aquí podemos ver claramente cómo entendió Jesús su ministerio profético de justicia.







El Evangelio de Lucas también nos trasmite en labios del mismo Jesús –profeta como Jeremías- los acontecimientos que estarían vinculados a su Segunda Venida, entre los que se encontraban cataclismos en el cielo, el mar y la tierra, de tal suerte, que las potencias mismas de los cielos serían conmovidas. El fragmento que hemos leído es un texto apocalíptico.




Todo el discurso escatológico o apocalíptico de Jesús nos da una visión positiva de la historia para fortalecer en nosotros la resistencia y la esperanza. El discurso no busca dar claves para calcular fechas y etapas de la historia, sino claves para discernir el sentido profundo y oculto de la historia. […] El objetivo, también aquí, es descubrir la orientación de la historia a la luz del triunfo final del Hijo del Hombre.[2]







En este primer domingo de Adviento, no podemos quedarnos en la inmovilidad. ¿Cuál es la aplicación del mensaje profético de Jeremías y de Jesús? La acción. La descripción que Jesús hace de esos acontecimientos no es para asustarnos o darnos miedo, sino para animarnos y fortalecernos: “Cuando comiencen a suceder estas cosas, –dice Jesús- anímense y levanten la cabeza, porque muy pronto serán libertados” (Lc 21:28; cfr., Sal 3:3). En este sentido, hay que tomar en cuenta el comentario que sobre estos versículos hace la Biblia de nuestro pueblo (Biblia del Peregrino América Latina):




Los eventos cósmicos con que Lucas describe este pasaje sobre la venida del Hijo del Hombre no hay que tomarlos en sentido literal, evocan una manera de pensar típica de la literatura apocalíptica (cfr., Dn 7:13ss) y sirven para establecer la diferencia entre esta primera manifestación o Encarnación de Jesús, sometido a la naturaleza y limitación humana y su segunda venida en todo poder y gloria como Amo y Señor del tiempo, de la historia y del mundo. A los discípulos les toca estar muy atentos a los signos de los tiempos (vv. 29-31); lo importante es saber descubrir esos signos y pensar que la venida de Jesús tiene como finalidad específica la liberación de toda la creación. Esta es la esencia de la esperanza escatológica de la primitiva comunidad y es también nuestra esperanza. (pp. 1658-1659).







Conclusión/aplicación




Así, el Adviento nos recuerda que el Señor ya vino, pero todavía tiene que venir, “con poder y gran gloria” en su Segunda Venida.




(El tema de esta sección 21,25-36 es la manifestación del Hijo del Hombre. Esta idea se entiende leyendo todo el capítulo 7 de Daniel, especialmente Dn 7,13-14. La conmoción cósmica de 21,25-26 es un símbolo para expresar conmociones históricas (económicas, políticas y sociales). Estas conmociones son positivas, porque cuando comienzan se acerca nuestra liberación (apolútrosis) y se acerca el Reino de Dios. Todo esto sucede en la generación presente (v.32). Esta generación es la generación de la Iglesia entre la Resurrección de Jesús y la Parusía. […] El triunfo o parusía de Jesús Hijo del Hombre es algo que nos llena de esperanza, porque con él se acerca nuestra liberación y el Reino de Dios. Hay que vigilar y orar para “estar en pie delante del Hijo de Hombre”).[3] Amén.


















[1] Jorge Torreblanca. “Jeremías: una lectura estructural” en Los libros proféticos. La voz de los profetas y sus relecturas, Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana (RIBLA) 35/36, http://www.clailatino.org/ribla/ribla35-36/jeremias%20una%20lectura%20estructural.html







[2] Pablo Richard. “Estructura y claves para una interpretación global del Evangelio” en Evangelio de Lucas, Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana (RIBLA) 44. http://www.clailatino.org/ribla/ribla44/estructura%20y%20claves.html







[3] Idem.