sábado, 27 de septiembre de 2008

INTEGRIDAD


Dios y la integridad:

LA INTEGRIDAD ES UNA DE LAS PERFECCIONES DE DIOS. El Dios de la Biblia es un Dios integro y de integridad. Jesús enseñó a sus discípulos que el primer y más grande mandamiento era: Amar a Dios con todo nuestro ser (Mc 12:29-30). La Biblia dice:

[29] Jesús le contestó: -El primero y más importante de los mandamientos es el que dice así: “¡Escucha, pueblo de Israel! Nuestro único Dios es el Dios de Israel. [30] Ama a Dios con todo lo que piensas, con todo lo que eres y con todo lo que vales”.

Jesús está citando el texto de Deuteronomio 6:4-5: “[4] Oye Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. [5] Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”. Una trasliteración del versículo 4 en hebreo, diría así: Shema‘ yisra’el yehvah ’elohenu yehvah ’ehad. Ésta última palabra (’ehad),[1] en hebreo quiere decir uno/único; con lo que otra posible traducción del mismo versículo 4 sería: “Escucha, [pueblo de] Israel: el SEÑOR nuestro Dios, es el uno/único SEÑOR”.
¿Qué tiene todo esto que ver con la integridad? Tiene mucho que ver, porque “la palabra hebrea ejad puede traducirse de dos maneras: ‘uno’ y ‘único’. (…) [Entonces], el Dios al que Israel está llamado a tener como único Señor es un Dios que no manifiesta divisiones en su propio ser, es uno. Es decir, en Yavé, Israel tiene el ejemplo de lealtad indivisible. Yavé puede exigir lealtad absoluta a su pueblo porque él no tiene el ‘corazón dividido’”.[2] ¡El Dios de la Biblia es íntegro! No tiene fisuras, es absolutamente sincero. Nuestro Dios no tiene la más mínima división, no tiene el corazón partido.

En una palabra, nuestro Dios no está dividido ni fracturado, no tiene fisuras: es Uno; pero también es singular (único) no plural. El versículo 4 nos habla de Dios en toda su singularidad y unicidad. Así, el amor que Él nos prodiga el de la misma naturaleza que Él. Su amor por nosotros es uno y único. De ahí que la base de nuestro amor y obediencia hacía él, deba ser total y sin divisiones ni fracturas. Debemos amar a Dios con integridad porque él es íntegro. El Dios que se nos revela en las Escrituras no admite un lugar secundario en nuestras vidas, no admite que lo amemos con una parte de nuestro ser. Él quiere la totalidad de nuestras vidas porque Él mismo se ofrece como totalidad y no en fracciones o divisiones.

La enseñanza de Deuteronomio6:4-5, excluye de entrada, “toda posibilidad de lealtades divididas y de espacios ‘vacíos’ en una vida que le pertenece totalmente a Yavé”.[3] Por eso la integridad cristiana, tiene como base la “integridad” del Dios de la Biblia.

[1] Ortiz, Pedro, Léxico hebreo/arameo-español español-hebreo/arameo, 1ª ed., Sociedad Bíblica-Sociedades Bíblicas Unidas, Madrid, 2001, p. 14.

[2] Nota al pie de página 113, en Sánchez, Edesio, Deuteronomio. Introducción y comentario, Ediciones Kairós, Buenos Aires, 2002, p. 189.

[3] Sánchez, E., op. cit., p. 189.