martes, 15 de mayo de 2007

APOCALIPSIS

LA REVELACIÓN DE JESUCRISTO


1 1La revelación de Jesucristo, que Dios le dio para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto. La declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, 2el cual ha dado testimonio de la palabra de Dios, del testimonio de Jesucristo y de todas las cosas que ha visto. 3Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas, porque el tiempo está cerca. (Ap 1:1-3)


Apocalipsis es el libro de la “revelación” de Jesucristo. Nosotros sabemos que algo que se revela, es algo que se desoculta; se desvela, es decir, se le quita el velo. ¿Pero cuantos de nosotros, al leer el último libro de la Biblia, no ha experimentado estar perdido en un laberinto sin sentido? Parece que lo que el libro promete en su prólogo, nada tiene que ver con lo que el lector actual se encuentra al leerlo. A más de uno le resulta completamente incomprensible, se mantiene por ello oculto. Es quizá el libro más desconocido del NT y por extensión de toda la Biblia, su lectura más que luminosa parece oscura. Pero para los cristianos del primer siglo, a quienes estaba dirigido originalmente, era uno de los escritos que mejor entendían o comprendían. A través de estos sermones, trataremos de hacer más entendible este libro.

El Apocalipsis es de Jesucristo, no de Juan, él sólo es el intermediario del mensaje que Dios le ha dado a Jesucristo para revelarlo. Jesús revela y se revela a sí mismo. Él mismo es tanto sujeto como objeto de la revelación. Esa revelación procede del Padre y muestra las cosas que “deben suceder pronto”[1]. El término “manifestar” o “mostrar”, nos brinda una clave de cómo debe leerse el libro, porque como ningún otro libro, Apocalipsis es un libro de imágenes. Es un libro que se “vive” con los sentidos como ningún otro. Por otra parte, si ustedes se dan cuenta, no es un mensaje para el mundo, es un mensaje dirigido a sus siervos. Es decir, aquellos que son parte del pueblo de Dios. Apocalipsis no se escribió para asustar a nadie, sino para consolar a la iglesia del primer siglo, y por extensión a la iglesia de todos los tiempos que sufre persecución. Tampoco se escribió para no entender lo que ahí se ve, o se dice; ni tampoco para hacer películas o predicciones fantásticas, que nada tienen que ver con la intención original del autor.
¿Qué significará aquello de que tienen que suceder pronto? Para los cristianos del primer siglo a quienes este mensaje estaba destinado, significaba que pronto iba a comenzar la persecución, o que ésta se iba a agudizar.[2] Ahora bien, por quiénes pasa la comunicación que Dios da a conocer. (1) Dios es su autor; (2) Jesucristo revela los propósitos eternos de Dios, y el papel que Él mismo juega en ellos; (3) un ángel; (4) Juan de Patmos, quien ya sufre parte de los padecimientos de la persecución; (5) el lector que “ve”; (6) y finalmente los que “oyen” las palabras de esa profecía. Ver y oír son parte substancial de esta profecía.

En el libro de Apocalipsis la palabra testimonio es muy importante. En griego es: (emartýreesen) De aquí viene nuestra palabra mártir, martirizar, etc. En Apocalipsis, ante todo, quienes dan testimonio de la palabra de Dios y de Jesucristo, son los mártires. Esta palabra se usaba en los primeros siglos de la iglesia, para referirse a quienes sufrían la muerte a causa de su fe. Apocalipsis es por ello una palabra de consuelo para un pueblo sufriente que se enfrentaba al peso militar y económico del imperio romano. No era para asustar a nadie, como a algunos cristianos les espanta actualmente. En aquellos días, testificar acerca de Jesucristo podría costarle a uno la vida misma. Por eso, aquellos que proclaman hoy, un cristianismo sin compromiso no saben realmente lo que es ser cristiano. No saben nada de la historia de la Iglesia.

El prólogo termina finalmente con la primera de 7 bienaventuranzas en todo Apocalipsis (1:3; 14:13; 16:15; 19:9; 20:6; 22:7,14). Son bienaventurados quienes leen, quienes escuchan las palabras, pero sobre todo quien las obedecen. Juan está pensando en los cultos de la iglesia donde se leen las Sagradas Escrituras. Profecía, aquí como en otras partes de Apocalipsis, no se refiere a predicciones, sino a una palabra presente allí y entonces; como para nosotros sigue hablándonos aquí y ahora. El tiempo está cerca –declara Juan. ¿Qué significa eso? El término que se traduce por “tiempo” aquí es kairo;", kairós. Dicha palabra no denota el tiempo ordinario o calendárico (jronos o kronos), sino un tiempo especial, un momento oportuno o tiempo de decisión que abarca el paso de los siglos. Como no es un tiempo ordinario o calendárico, ese tiempo trasciende la época en que Apocalipsis fue escrito y llega a nosotros como el mismo “tiempo oportuno” para seguir escuchando la palabra consoladora y reveladora de Dios. Apocalipsis también es una “palabra profética” para nosotros; porque Jesucristo ya ha venido, pero todavía tiene que venir. Por eso el mensaje de Apocalipsis puede aplicarse, y de hecho, debe aplicarse al tiempo que nosotros estamos viviendo; pero dentro de los márgenes de la sana hermenéutica y exégesis bíblica. De no hablarnos a nosotros hoy, sería una palabra muerta. Nosotros todavía hoy, clamamos con expectación vehemente, como la iglesia del primer siglo: “¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22:20).

Emmanuel Flores-Rojas.

[1] Pero hay un Dios en los cielos que revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los últimos días. (Dn 2:28). Después de esto miré, y vi que había una puerta abierta en el cielo. La primera voz que oí era como de una trompeta que, hablando conmigo, dijo: «¡Sube acá y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas!». (Ap 4:1).
[2] 10Y me dijo: «No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca. (Ap 22:10).